El 15 de abril, 30 líderes mundiales arribarán a Pekín para participar en el foro político-económico Nueva Ruta de la Seda. Impulsado por el mandatario chino, este foro representa el poder blando con el que el país asiático quiere consolidar su influencia económica planetaria.
El país asiático está dispuesto a gastar cerca de 50.000 millones de dólares en la creación de un corredor económico en Pakistán, construir un puerto en Yibuti y poner en marcha oleoductos en la región de Asia Central. Todos estos proyectos crearán una infraestructura que ayudará a China a competir con las potencias tradicionales.
Además, según el grupo Credit Suisse, Pekín puede invertir en los siguientes cinco años más de 500.000 millones de dólares en casi 62 países del mundo.
El Brexit generó una severa amenaza para la viabilidad de la UE, mientras que Donald Trump, al llegar al poder en EEUU, anunció la retirada del país norteamericano del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica. Prácticamente, la Nueva Ruta de la Seda está llenando ese vacío económico-comercial. De ahí que otros países vean con buenos ojos la iniciativa de China.
Vesti Finance publica que, con sus acciones, Europa y EEUU han creado un espacio que puede ser utilizado por parte de China para hacer crecer su influencia mundial.
De acuerdo con el portal ruso, China propone una buena alternativa a aquellos procesos globalizadores que anteriormente se realizaron desde EEUU. Esta alternativa atrae la atención de muchos países.
"El ambicioso proyecto chino está aglutinando a millones de personas y mercados por valor de miles de millones de dólares. Prácticamente puede ser denominado Globalización 2.0", escribe Vesti Finance.
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