Julián Roura recorre la Argentina con la colaboración de su padre Guillermo para embellecer espacios públicos. Con sus pinturas, impregnan de colores y significado las paredes de los distintos lugares que visitan. En tiempos en los que la palabra 'muro' evoca divisiones irreconciliables y barreras para el entendimiento, estos artistas trabajan duro —pincel en mano— para tender puentes.
Mientras que en algunas grandes metrópolis sudamericanas, como São Paulo, los alcaldes cubren con una capa de pintura gris la expresión ciudadana en el espacio público, otras ciudades se han transformado en un ejemplo de cómo el arte urbano rehabilita zonas y fortalece la identidad, explica Roura.
"Tiene que ver con una mentalidad, con la cultura del lugar que ve un desarrollo en la transformación de los espacios. Vos ves cómo eran y cómo quedan y cómo los vecinos lo agradecen", dice Julián.
Con sus manos y la de otros artistas, los Roura cubrieron el triste blanco amarillento del Mercado Hortofrutícola de Mar del Plata con cientos de metros cuadrados que cuentan la historia de la agricultura. Todo comienza en una esquina con las tribus nómades previas a los cultivos y termina con el comprador que hoy asiste al mercado moderno a abastecerse de vegetales.
Mar del Plata atrae a millones de turistas cada verano que disfrutan de la costa atlántica. Por eso, el mar es un fuerte elemento identitario de esta ciudad, de 600.000 habitantes, 400 kilómetros al sur de Buenos Aires. Un mural de un kilómetro de largo y cuatro metros de alto da un nuevo rostro a la Escollera Sur, uno de los principales atractivos turísticos. En él, participaron miles de marplatenses, que dibujaron la historia de la ciudad con 4.000 litros de pintura.
La ciudad balnearia es apenas uno de los escenarios de esta transformación urbana. Puerto Tirol, una ciudad de la norteña provincia del Chaco —una de las más pobres de Argentina— ahora es sinónimo de muralismo para muchos artistas de la región. Con algo más de 10.000 habitantes, las casas, escuelas y espacios comunitarios de este pueblo han cambiado su rostro con la participación de Roura y otros tantos pintores.
Roura ha realizado murales en distintas ciudades argentinas y otras urbes de México, Costa Rica y Bolivia, entre otros países. "Es una estética bien latinoamericana", concluye Julián sobre el estilo de su arte.
Kike Yorg, otro referente argentino del movimiento, empezó a hacer en el Chaco encuentros nacionales para agrupar a los muralistas. Luego, esta instancia saltó al plano internacional. Cada año, a mediados de agosto, la ciudad es sede del Encuentro Internacional de Muralistas.
Las obras no son eternas, debido a las condiciones inevitables del paso del tiempo. Pero tampoco son efímeras: "Dependiendo de cómo les dé el sol, pueden durar de cinco a diez años. Pero se pueden restaurar", explicó Julián Roura. No obstante, parte de la clave de que estas obras perduren es el respeto. Las personas no las vandalizan, porque es un elemento vital en el espacio público.
"Tienen una duración que depende de la pintura, porque estos trabajos la gente los respeta. Hay un código: nadie te los escribe. Vos vas y están intactos", agregó el muralista.
Además de Mar del Plata y Puerto Tirol, la localidad de Godoy Cruz, en la provincia de Mendoza, es otro de los polos donde los muralistas hacen despliegue de su talento. En general, trabajan bajo un tema asignado en total libertad en segmentos diferentes. Luego, hacen que sus partes individuales interactúen con las de los artistas vecinos y se unan plásticamente.