Las investigaciones han demostrado que si la abuela materna fumó durante el embarazo, su futura nieta es un 67 % más susceptible de desarrollar ciertos rasgos propios del autismo —tales como la falta de habilidades comunicativas y comportamientos repetitivos-. Además, habría un 53 % de posibilidades de ser diagnosticada con autismo.
El número de autistas no ha hecho más que aumentar en los últimos años, y se cree que la calidad medioambiental y el estilo de vida desempeñan un papel importante. Los investigadores mantienen que otros factores, como algunas variaciones genéticas, afectan también a las posibilidades de desarrollar autismo.
Lea más: Los niños autistas: otras víctimas de la pirotecnia
"Hay dos escenarios que pueden influir en el desarrollo del autismo. En el primero se transfiere ADN dañado [consecuencia del tabaco] a la nieta. En el segundo, tiene lugar una respuesta adaptativa al tabaco que hace a los nietos más vulnerables a la hora de desarrollar el autismo. Aunque hemos observado que el tabaco influye de manera distinta en nietos y nietas, todavía no hemos podido averiguar por qué depende del sexo del bebé", afirma Marcus Pembrey, uno de los responsables del estudio.
Los investigadores creen que las consecuencias del tabaquismo en las nietas se explican porque el humo afecta al ADN de las mitocondrias, que se transmiten a la generación siguiente únicamente a través del óvulo de la madre.
"Proteger a nuestro bebé del humo del tabaco es una de las mejores cosas que una madre puede hacer para que su hijo tenga una vida sana", afirma Jean Golding, directora del estudio.
Para saber en qué consisten estos cambios moleculares y si están presentes en otros grupos de personas serán necesarios estudios adicionales.