El especialista explicó que cuando suceden este tipo de desastres naturales se establecen prioridades. En este caso, lo primero que preocupó a la gente fue la búsqueda de sus seres queridos. Luego cubrir las necesidades básicas: encontrar un lugar donde dormir, obtener comida y agua.
"Llegamos al sitio antes de 24 horas de ocurrido el suceso. Hicimos una evaluación de necesidades. Nuestro equipo de emergencias en Colombia se encontraba atendiendo otra intervención al norte el país. Mientras ellos se desplazaban mandamos otro equipo para que coordinara donaciones, medicamentos y materiales. Lo que agravaba el estado de emergencia era la falta de agua, la pérdida de viviendas y la insuficiencia alimentaria", indicó.
De acuerdo al coordinador, esta emergencia tuvo la particularidad de contar con un impacto mediático e institucional "muy grande". "Eso permitió que se destinarán gran cantidad de recursos. El problema entonces fue gestionarlos y coordinarlos", aseguró.
Pero ahora la tarea es diferente y las necesidades de las personas cambiaron: además del hambre, la sed y las enfermedades, aparecen síntomas como insomnio, depresión, nervios y ansiedad.
"Nuestra tarea actual es ocuparnos del estrés postraumático. El problema de este tipo de situaciones es que tiene un gran impacto en los primeros momentos, pero a medida que pasa el tiempo pierde visibilidad. Las instituciones y las personas se empiezan a ir, pero las víctimas quedan", concluyó.