El sismo de 7.8 de magnitud no solamente empujó enormes bloques de roca hacia la superficie, que en algunos casos se elevaron hasta los 8 metros, sino que también provocó desprendimientos de tierra, tsunamis y cientos de réplicas, rompiendo una franja de territorio de casi 200 km de largo.
Nueva Zelanda cuenta con uno de los mejores mapas de fallas (grietas en la corteza terrestre) en el mundo, pero la naturaleza excepcional de este evento ha demostrado que se debe reevaluar la construcción de los modelos sísmicos, dicen los investigadores.
Otra gran interrogante para los científicos son los daños que se observaron en la superficie, se abrieron grandes huecos, grietas, se vieron líneas férreas que se levantaron en el aire y playas que se elevaron en el mar.
"Tratar de modelar eso de la forma tradicional es casi imposible. Es muy difícil de explicar cómo esto se elevo de la manera que lo hizo (…)
Para realizar esta ardua investigación se utilizaron una serie de técnicas, entre ellas, el mapeo con 'interferometría satelital', el cual permite detectar movimientos detallados del suelo buscando diferencias entre el antes y después por medio de imágenes de radar de la Tierra captadas desde el espacio.