"No se preocupe. Todos ponen esa misma expresión la primera vez que me ven en persona", me dijo cuando llegué a su casa para entrevistarlo en ocasión de su cumpleaños 18, este 1 de abril, y no pude ocultar una tonta cara de asombro ante su estrafalaria figura.
"Aquí nací, aquí crecí, y aquí quiero morir", dice convencido John, mientras me hace el 'tour' por toda su vivienda. Aunque la casa es de puntal alto (le calculo unos cuatro metros), las lámparas cuelgan hasta muy baja altura por lo que debo andar con cuidado para no golpearlas con mi cabeza.
John no es el primer deportista de la familia. Su padre José Guadalupe jugó como 'short stop' (parador corto) en las Grandes Ligas para los hoy llamados 'Miami Marlins'. Como nunca le hacía 'swing' a las bolas altas por resultarle inalcanzables y era, además, un especialista en chocar los lanzamientos bajos, resultaba un bateador difícil. Cuando se retiró del béisbol tras 15 temporadas, Samuel tenía una promedio de bateo de.317. De él heredó John su pasión por el béisbol pero no su talento, por lo que nunca lo practicó.
Cuando John tenía quince años sobrevivió al trágico accidente de coche en el que sus padres perdieron la vida. Apenas medía 70 centímetros, por lo que todavía viajaba detrás en un asiento de bebé. Ello le salvó la vida, pero las fracturas que sufrió en ambas piernas con pérdida de tejido óseo llevaron a los médicos a experimentar con la hormona del crecimiento para acelerar su recuperación. El tratamiento no dio el resultado esperado, sino todo lo contrario.
"Empecé a perder estatura", recuerda John. "Si eso es preocupante en una persona normal, imagínese en un enano".
Los médicos lograron detener su decrecimiento, pero no revertirlo, por lo que John fue un enano 'estándar' hasta los 16 años cuando un tío suyo, que cultivaba zanahorias gigantes en Illinois, se lo llevó a vivir con él. Los científicos no saben si por pura empatía con las colosales hortalizas, por resultar afectado por los novedosos métodos agrotécnicos de su tío o por seguir al pie de la letra el dicho de 'crecer ante las adversidades', a partir de entonces el huérfano, lesionado y diminuto John empezó a aumentar de tamaño aceleradamente, aunque manteniendo su desproporcionada figura de siempre.
Fue por esas fechas que un buscador de talento del 'Miami Heat' pasó por la escuela de John y a pesar de las piernas corvas y los brazos cortos se lo llevó a las divisiones menores del equipo. Dos años después, con 2,95 metros de estatura, debutó con el equipo mayor.
"No sé si soy bueno para esto del baloncesto", reconoce John. "Yo únicamente me coloco bajo el aro [que sin saltar alcanza con sus manos], me pasan la pelota y la encesto. No soy un pívot espectacular pero lo que hago no contraviene ninguna regla de la NBA".
Con un promedio de 40 canastas por partido en la temporada de su debut, John fue elegido 'novato del año'. Como nada indica que vaya a dejar de crecer próximamente, ya muchos equipos preparan sus chequeras para cuando se convierta en agente libre una vez que expire su contrato de tres años con el 'Miami Heat' y su estatura sea de récord Guinness.
A John todo el furor mediático en torno a su figura lo tiene sin cuidado y entre partido y partido lo más habitual es verle en casa regando sus bonsáis mientras escucha la música del grupo 'Menudo', del que se reconoce fanático. O leyendo algún libro de su extensa biblioteca, en la que todos los ejemplares son —era previsible— ediciones de bolsillo. 'Los viajes de Gulliver' es su lectura favorita, lo que se revela en lo manoseado del ejemplar y, sobre todo, en los irónicos nombres de sus queridos perros: 'Lilliput', un gran danés jaspeado, y 'Brobdingnag', un chihuahua color café.
ESTA PUBLICACIÓN FORMA PARTE DE LA CELEBRACIÓN DEL DÍA DE LAS BROMAS, EL CUAL SE FESTEJA EN MUCHOS PAÍSES DEL MUNDO EL 1 DE ABRIL.