El "gen dormido" y la "navaja de Ockham"
El populismo de derecha puede ser considerado un "gen dormido" en el ADN de la democracia. Se "activa" en tiempos electorales y tiene efectos devastadores. Su retórica ha mutado hasta confundirse a la perfección con el discurso tradicionalmente atribuido a la izquierda, ese que abreva en los anhelos preteridos de la población. No es un fenómeno nuevo esta convergencia discursiva. Apenas en los años 30 del pasado siglo las prácticas totalitarias del fascismo y el comunismo compartían parejo lenguaje de seducción masiva y exacerbaban el nacionalismo hasta las fronteras exclusivas del chovinismo.
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Tales prácticas —que hacen de la democracia la traducción sociopolítica de la falacia lógica del "argumentum ad populum" por el valor consagratorio que se le otorga a la opinión de la mayoría— cosechan apoyos abundantes y plurales con los equívocos que ello entraña. La anunciada salida del Reino (des)Unido de la Gran Bretaña de esa suerte de "gobernanza supranacional" que es la Unión Europea —el famoso "Brexit", que apenas este 29 de marzo comenzó a destejer su parte del "patchwork" de naciones iniciado hace 60 años—, la inesperada llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, resultan los ejemplo más cercanos de todo ello: de que resulta eficaz el miedo para manipular al electorado —sobre todo el miedo al extraño, a las vicisitudes de la economía—; de que la incorrección política engendra adeptos aunque no lo externen salvo en las urnas, y de que la oposición al sistema resulta funcional incluso en "modo lampedusiano": pretender cambiarlo todo para que en el fondo todo siga igual.
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Sólo que —diría casi George Orwell— algunas son más populistas que otras.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK