El experimento estuvo a cargo del laboratorio de Termografía del Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento de la Universidad de Granada, a iniciativa de una revista científica.
Moliné, psicólogo y máster en antropología, explicó que "el mapa térmico del amor puede entenderse como contrapuesto al mapa térmico del odio o del estrés".
"Lo que genera es un aumento de temperatura en cara y brazos, y un descenso en el torso y abdomen. En el del estrés sucede justo lo contrario. Entendemos o suponemos que los brazos y cara —que se calientan- son las partes del cuerpo con las que ayudamos cuando alguien esta en peligro —con las manos lo puedo tocar, con la boca le puedo hablar-. O sea: el patrón del amor dispone al cuerpo para ayudar. El del estrés hace lo contrario, me resguarda de esa situación que estoy sufriendo. Se calienta el torso, que es donde estan los órganos vitales; los cuida".