La 'razón' para esta actitud del Kremlin se explica por el deseo del gigante del gas ruso, Gazprom, de eliminar la posible amenaza para sus ganancias una vez el gas de esquisto de producción estadounidense entre en masa en el mercado internacional.
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El sentido común demuestra que en efecto el gas de esquisto representa un desafío para Rusia ya que impulsó la disminución del precio. Pero hay toda una serie de argumentos que desmienten la supuesta 'amenaza rusa'.
Para entenderlo hay que preguntarse qué consecuencias conlleva para Rusia la creciente popularidad del petróleo y del gas de esquisto, propone la autora.
Por otro lado, Rusia no ha sido el Estado más afectado por la caída de los precios del crudo. Las compañías energéticas del país eslavo probaron ser más estables que las pequeñas empresas estadunidenses, implicadas en el gas de esquisto. De hecho, se puede decir que la industria energética en EEUU se vio más afectada que la de Rusia, señala Slav.
Asimismo, el gas norteamericano no representa una gran competencia para la empresa rusa Gazprom como lo pintan los medios de comunicación 'mainstream'. El gigante ruso cuenta con una amplia red de gasoductos en Europa y Rusia, así como terminales de licuefacción de gas natural, que garantiza su estabilidad en los mercados regionales debido a una oferta más barata y difícil de contrarrestar para los actores estadounidenses.
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Finalmente, la autora se pregunta: ¿para qué Rusia necesita perjudicar la independencia energética de EEUU?
A este respecto, la autora del artículo está convencida de que el aumento de la propaganda contra el 'fracking' en EEUU se debe al incremento del interés sobre los problemas medioambientales y es la principal razón por lo que la población está pidiendo reducir la extracción de hidrocarburos.
Para reforzar sus ideas, Slav cita como ejemplo el aumento de los sismos registrados en el estado de Oklahoma, lo que ha coincidido con el auge del 'fracking'. Esto, de acuerdo con su opinión, son las razones detrás del descontento público con este modo de producción de hidrocarburos, y no la ya tan popular 'mano de Moscú'.