"El islam tradicional es una parte inalienable de la vida espiritual de nuestro país", señaló el presidente de Rusia, Vladímir Putin, en septiembre de 2015, según recoge RBTH. El mandatario hizo énfasis en que las "tradiciones del islam tolerante" se desarrollaron en Rusia durante cientos de años y en que el Estado continuaría ayudando al desarrollo de la teología islámica.
En otras palabras, para el Gobierno ruso el islam es una religión pacífica y amistosa que no tiene nada en común con las interpretaciones de la misma que han hecho diversos grupos radicales y terroristas.
Aunque son muchas las diferencias entre los musulmanes a lo largo de toda Rusia, la mayoría de ellos, explica Igor Zagarin a RBTH, se adhiere a la vertiente suní de esta religión, una versión mucho más moderada en comparación con los principios conservadores de Arabia Saudí.
De ahí que vertientes que llaman a la purificación del islam, como el salafismo y el wahabismo, hayan sido consideradas en Rusia como "sectarias" y "elementos indeseados", aunque no hayan sido del todo prohibidas: una versión del salafismo más moderada, que se opone a la violencia y es leal al Gobierno ruso, continúa existiendo en el Cáucaso norte.
#Putin llama a no mencionar sin razón el islam junto con el terrorismo https://t.co/tyLOfvULhs
— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) 23 декабря 2016 г.
Otras organizaciones islámicas, sin embargo, son consideradas extremistas y han sido proscritas. Entre ellas se encuentran, por supuesto, Daesh y Al Qaeda, pero también movimientos como el Partido de Liberación y los Hermanos Musulmanes. La razón es que Rusia prohíbe la existencia de formaciones políticas con una base religiosa.
Aun así, concluye Zagarin, el Estado ruso apoya las manifestaciones del islam basadas exclusivamente en aspectos sociales y culturales, sin intentar influir en la política del país.