"La edad cronológica no siempre coincide con la biológica y, en algunos casos, una persona envejece de manera más rápida", declaró el líder del estudio, Aladdin Shadyab.
De acuerdo con los investigadores, la vida sedentaria provoca el acortamiento de los llamados telómeros, los extremos de los cromosomas —encargados de protegerlos de su deterioro—. Los telómeros se hacen más cortos cada vez que una célula se divide y, como consecuencia, se dificulta el nuevo ciclo de mitosis, por lo que la célula acaba muriendo.
Según varias investigaciones científicas, la longitud de los telómeros no solo depende de la edad de una persona, sino también del nivel de estrés, la depresión o su situación económica, algo que está relacionado con el aumento de la cantidad de oxidantes y otras moléculas agresivas en las células.
En el experimento, liderado por Shadyab, participaron casi 1.500 voluntarias de entre 64 y 95 años. Las participantes usaron brazaletes con acelerómetros durante siete días consecutivos para poder disponer de todos los datos necesarios para la elaboración del estudio.
Sin embargo, solo unos 30 minutos de actividad física al día llevaron a que el acortamiento de los telómeros de todas las participantes se igualara. Según declaró Shadyab, el acortamiento de los telómeros no solo se asocia con el envejecimiento, sino también con las enfermedades relacionadas con la tercera edad, como los trastornos neurológicos, el cáncer, la lenta cicatrización de las heridas y las fracturas.
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Los investigadores aseguran que la promoción de la práctica de una vida saludable entre los ancianos podría alargar su esperanza de vida.
"Los mensajes sobre los beneficios de practicar ejercicio deben comenzar cuando somos jóvenes y la actividad física debe seguir siendo parte de nuestra vida cotidiana a medida que envejecemos, incluso a los 80 años", concluyó Shadyab.