El jueves pasado, la administración del presidente saliente de EEUU, Barack Obama, impuso sanciones contra cinco entidades y cuatro individuos rusos, entre ellos el Servicio Federal de Seguridad (FSB) y la Dirección Central de Inteligencia (GRU), así como altos cargos del GRU.
Washington atribuyó estas medidas al presunto "acoso agresivo" del Gobierno ruso contra funcionarios estadounidenses y la supuesta interferencia de Moscú en las elecciones estadounidenses.
El presidente ruso, Vladímir Putin, anunció que no tomará represalias simétricas contra diplomáticos estadounidenses, al tiempo que subrayó que Rusia tiene todos los motivos para dar una respuesta adecuada.
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El mandatario calificó los pasos hostiles de la administración de Obama como "una provocación que persigue socavar todavía más las relaciones ruso-estadounidenses".
Al mismo tiempo, ambos entes reconocieron que los hackers no lograron acceder a los registros electorales de EEUU, y concluyeron que influir en el escrutinio o en el resultado electoral a través de unos ciberataques sería una misión casi imposible.
Putin, calificó de mito e histeria las denuncias de la supuesta influencia de Moscú en los comicios presidenciales de Estados Unidos.