Desde el punto de vista práctico, el inhóspito archipiélago nunca se ha convertido en una zona muy poblada y 'desarrollada'. El frío y el viento previnieron que se fundaran en Svalbard muchas localidades pobladas, favoreciendo expediciones en vez de asentamientos permanentes.
Jurídicamente la zona pertenece al Reino de Noruega, pero el Tratado de Svalbard de 1920 establece la "igualdad absoluta" para los ciudadanos de otras naciones firmantes respecto a la explotación de los recursos de las islas, a condición de que el archipiélago fuera desmilitarizado y la soberanía de Noruega no se pusiera en dudas.
El auge y el declive
En diferentes períodos, trabajaban en Svalbard empresas estadounidenses, británicas, suecas, holandesas y alemanas. Rusia, también, siempre fue un elemento activo en estas tierras frías.
Las minas de carbón prosperaron en pequeñas aldeas, muchas de las cuales posteriormente fueron abandonados una vez agotadas las reservas fácilmente accesibles. Actualmente, solo Noruega y Rusia mantienen importantes poblaciones y llevan actividad económica en la mayor isla del archipiélago —Spitsbergen—, mientras Polonia y China poseen estaciones científicas polares.
Actualmente, la 'capital' noruega de Spitsbergen, Longyearbyen, tiene una población de dos mil habitantes, mientras el asentamiento ruso más importante es Barentsburg, con unas quinientas personas.
La necesidad de 'un nuevo inicio'
Con este fin, la empresa estatal rusa Arktikugol —abreviación de 'carbón ártico', en ruso— creó una filial de su departamento de turismo, la compañía Grumant, dedicada a la organización de viajes turísticos por los asentamientos rusos de Spitsbergen, entre ellos la antigua aldea de los mineros del período soviético, Pyramiden.
Cualquier destino turístico necesita un guía, por eso Sputnik conversó con Aleksandr Romanovskiy, el guía ruso más experimentado del archipiélago quien lleva ya 4 años trabajando en la fría región.

El 'último guardián'
Aleksandr se hizo guía polar por pura casualidad. En 2012 vio un anuncio de trabajo en una página web y de inmediato deseó enviar una aplicación.
"No pude dormir por las noches. Estuve muy nervioso y me calmé solo al llegar al archipiélago en mi nuevo cargo de guía-traductor", recuerda Romanovskiy.
Durante los primeros años fue el único guía en las islas y se ocupaba de todos los visitantes. Con la creación de la empresa especializada en turismo en 2014 y la llegada del nuevo gerente, el equipo de los guías va creciendo, y actualmente en Pyramiden viven de manera constante entre seis y veinte personas, según la temporada.
"Es un trabajo muy romántico. También tienes la posibilidad de ver paisajes únicos y hermosos, y además por todo esto te pagan", explica Sasha —diminutivo de Aleksandr— lo atractivo de este empleo.
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No obstante, la tensa situación internacional entre las dos naciones tiene su influencia, por eso Sasha y sus colegas extranjeros mantienen un estricto pacto de "no discutir de política".
La ciudad que 'guarda' Romanovskiy hace años ya no se dedica a la minería sino que poco a poco se convierte en el centro turístico de Spitsbergen.

Recientemente, la empresa Arktikugol reparó el hotel local y renovó toda la infraestructura necesaria: los acueductos, los generadores de electricidad, el alcantarillado. Se estudian proyectos de reparación de otros objetos, como el comedor, el centro cultural y el puerto. En este sentido, la vida vuelve al asentamiento, y próximamente llegará incluso el acceso al internet.
Aspecto bélico de un trabajo pacífico
Uno de los rasgos características de Aleksandr es su imagen. Parece llegado de otro siglo y tiene un notable aire militar, fomentado por un fusil que siempre lleva a su lado. El fusil, de hecho, no es una decoración.
"En Spitzbergen, es necesario llevar al menos cohetes de señal, o, mejor, un fusil, para tener libertad de movimiento", explica el guía, haciendo referencia a que los osos polares son muy numerosos en la isla y representan una seria amenaza a un viajero poco preparado.

"En otoño un oso polar entró en el hotel por la ventana del museo. Gracias a Dios, no atacó a nadie, logramos echarle", comenta.
No obstante, la prenda tuvo un enorme 'éxito' entre los viajeros, y el guía decidió enriquecer su imagen en esta dirección.
"En invierno, soy totalmente auténtico para el clima y la historia local. En verano, vale, es menos correcto, y por eso me suelen criticar los turistas rusos. Pero a los extranjeros les gusta un montón", según el guía.
Los viajeros se suelen tomar fotos con Aleksandr y escuchar sus relatos sobre la isla. Además, a menudo goza de atención de los cineastas que llegan a Spitsbergen para rodar películas documentales sobre el archipiélago.

El 'viajero autoproclamado'
A pesar de pasar hasta ocho meses al año en Pyramiden, Sasha se considera un prolífico viajero. Prefiere destinos menos explorados, como China, Asia Media y Transcaucasia.
"Nunca he visitado Europa Occidental y todavía no lo planeo. Es aburridísimo además de ser caro. Prefiero países más exóticos (…) Uno de los países que adoro es Irán. He estado dos veces allí y seguramente viajaré más", comenta el guía-viajero.
También ha dedicado mucho tiempo a América Latina, pasando por casi toda Argentina y Chile, y está en "exaltación total" con estos países. Además, no gasta casi nada en sus viajes.
"Soy un viajero de clase económica. Viajo haciendo autoestop, trasnocho en una tienda de campaña o me invita a casa la gente local. Solo pago mucho por los vuelos, pero vale, aquí también se puede ahorrar con una rebaja", asegura Sasha.
El matiz latinoamericano en Spitsbergen
Aleksandr conoce regularmente a viajeros de América Latina, entre ellos brasileños, argentinos —"para ellos saco la bandera de Argentina que llevo conmigo"—, chilenos y colombianos. Más aún, la novia de Sasha es mexicana y se llama Gabriela.

"Nos conocimos en Pyramiden. Estaba en la cubierta del navío que yo amarraba. Gabriela ha vuelto a verme ya tres veces, y ahora me toca a mí ir a México", cuenta el guía.
Si quieren visitar el archipiélago, Romanovskiy aconseja a los latinoamericanos que lleven ropa caliente resistente al viento y la humedad. El mejor período para llegar a las islas es finales de marzo o en octubre, cuando hay chance de ver la aurora boreal.

"Y si en algún momento me encuentran en su país haciendo autoestop, que me recojan, den de comer y me ofrezcan pasar la noche", bromea el guía-viajero.
Planes para el futuro
Actualmente Sasha se prueba como guía para los viajes en cruceros. "Me gusta el trabajo, y probablemente voy a seguir este camino", afirma.
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Además, le interesa mucho el desarrollo de su 'carrera' de viajero. Tiene un par de "viajes ambiciosos" por emprender en 2017 y 2018.
"Pyramiden no se desaparecerá de mi vida, ya que es un lugar muy especial para mí. Pero también es posible que pase menos tiempo allí", concluye Sasha.
