Sin embargo, numerosas familias de este país preparan los rituales que a la medianoche del 31 de diciembre abrirán la puerta a la ventura y dejarán atrás "los malos ratos".
"Las campanas de la iglesia están sonando, anunciando que el año viejo se va", es como inicia el habitual aguinaldo (villancico) venezolano que acompaña la velada.
En la mesa no pueden faltar la hallaca, (bollo de harina de maíz, relleno con un guiso de carne, pollo y cerdo, envuelto en hojas de plátano) el pan de jamón ni la ensalada de gallina.
A este plato lo acompañan 12 uvas, que se deben comer una por una, al compás de las campanadas de la medianoche, y con ellas se debe pedir igual número de deseos.
"Al pedir los deseos, no deben ser egoístas o estos no se cumplirán; es necesario pedir por el país y por la familia", advierten usualmente los mayores a los más jóvenes.
Esto se debe expresar sin soltar la copa para el brindis, y sosteniendo un par de billetes —necesarios para que el próximo año no le agarre a uno con las manos y los bolsillos vacíos—, y una maleta.
Esta última servirá para dar un recorrido por la calle y asegurar, para el próximo año, al menos un viaje fuera del país.
La tradición incluye además poner un puño de arroz y de lentejas en los bolsillos y vestir ropa íntima de color amarillo —que representa el oro, la esperanza y la buena suerte—, o roja, si lo que se quiere atraer es el amor y la pasión.
El muñeco se llena de pólvora y al pasar las doce se enciende, dejando estallar fuegos artificiales.
Las músicas típicas de la fecha, conocidas como gaitas y aguinaldos, acompañan la primera madrugada del nuevo año, en la que muchos festejan hasta que se dejan ver los primeros rayos del sol.