"Toda la historia de la vida de un hombre está en su actitud"
Julio Torri
A Siqueiros se le reprueba o se le festeja por esa conjunción de falsos opuestos, como si su activismo político no fuera acaso la prolongación, por otras vías, de la revolución plástica que ayudó a inscribir en la Historia del Arte: la pintura mural mexicana.
Si bien Diego Rivera fue el muralista de mayor vigor plástico y José Clemente Orozco el que documentó visualmente la Revolución Mexicana, David Alfaro Siqueiros, como mejor se le conoce, es sin dudas el de militancia política más vehemente, la que le valió ser encarcelado al menos unas siete veces y exiliado en pareja razón. Ello quizás explique la simplificación apuntada y una cierta preterición de su valía como creador, esa que le llevó a ser distinguido con el Premio Nacional de Bellas Artes en 1996.
Más allá del hombre, más allá del artista
El archivo del pintor, perteneciente a la Sala de Arte Público Siqueiros del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), las cinco colecciones que lo conforman —bibliográfica, cinematográfica, documental, fotográfica y sonora— no sólo consignan su tránsito vital por una época procelosa; dan fe también de las circunstancias que lo formaron, de su método de creación y de la valoración de sus semejantes.
Siqueiros —de cuyo nacimiento se conmemoran este 29 de diciembre ciento veinte años— fue un artista consciente de su alcance, un artista que se perpetuó en vida para poder competir contra apologías y maledicencias; su obra, como toda creación trascendente, conjuga la exégesis y la incertidumbre, dice más de lo que se percibe y seduce más de lo que aparenta, una obra que supone además un ejercicio de inteligencia y apropiación y amerita regresar una y otra vez a ella para agotar sus múltiples significados.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK