La explosión de una fábrica de fuegos pirotécnicos en Tultepec el 21 de diciembre de 2016, dejó al menos 35 muertos y decenas de heridos.
Dos meses antes, tres jóvenes obreros murieron en Uruguay, cuando explotó el depósito de fuegos artificiales en el que trabajaban.
La tarde del último día de 2002 el Mercado de Veracruz, en México, fue devorado por las llamas. Los puestos ilegales de fuegos artificiales que rodeaban la feria se incendiaron uno tras otro y segaron la vida de unas 30 personas.
En Lima, Perú, fueron 447 los fallecidos y desaparecidos en un incendio causado por petardos que consumió un centro comercial, el 29 de diciembre de 2001.
72 muertos y 348 heridos dejó el "Domingo Negro" de la ciudad mexicana de Celaya. La explosión en cadena de una serie de galpones clandestinos de pirotecnia oscureció el cielo celayense la mañana del 26 de septiembre de 1999.
Pirotecnia en discotecas:
194 muertos y al menos 1432 heridos fue el resultado del incendio de la discoteca Cromañón, en Buenos Aires. El 30 de diciembre de 2004, las bengalas arrojadas al techo durante un recital de rock consumieron el local y marcaron a toda una generación de argentinos.
Luego de cada siniestro, las autoridades locales han impulsado normas para prohibir o limitar el uso, la venta o la producción de pirotecnia.
Sin embargo, la antigua y peligrosa costumbre de festejar con pólvora parece ser difícil de abandonar.