La firma de un acuerdo de diálogo político y cooperación con Cuba ha supuesto la derogación de una práctica contraproducente. La Posición Común no sólo perjudicaba al pueblo cubano sino también a aquellos Estados europeos que mantienen una larga y estrecha trayectoria de amistad con la isla caribeña, es decir, España, Francia, Italia y Portugal.
"Hoy reconocemos que hay cambio en Cuba y queremos acompañar este cambio, llevar la relación a un nuevo nivel", indicó la alta representante de la UE para la Política Exterior, Federica Mogherini, en la ceremonia de firma del documento, en la que también participaron el canciller cubano, Bruno Rodríguez, y representantes de los 28 países de la Unión.
El acuerdo va a servir indudablemente para desarrollar más los vínculos políticos, sociales, financieros, académicos, deportivos y de cooperación ya existentes. En concreto plantea que la UE discutirá regularmente con La Habana asuntos políticos, incluidos los derechos humanos y la gobernanza, así como migración, tráfico de drogas y temas comerciales.
"Damos la vuelta a la página y hoy empezamos a escribir juntos un nuevo capítulo", subrayó la italiana Mogherini, quien recalcó que el Consejo de la UE "ha decidido revocar la Posición Común de 1996 con efecto a partir de la firma".
"El acuerdo entre la #UE y #Cuba rompe las limitaciones impuestas hace 20 años" https://t.co/rrm3pWUY8Z pic.twitter.com/kYCNYff3ll
— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) 13 декабря 2016 г.
La Posición Común, que realmente no era "posición" tal ni era "común", condicionaba cualquier fórmula de diálogo a que hubiera avances democratizadores en Cuba. Eso congeló de hecho las relaciones mutuas.
Mogherini señaló que el acuerdo ahora suscrito ayudará a las partes a "aprovechar plenamente el potencial de su diálogo y cooperación", que es "el instrumento por el cual la UE puede apoyar mejor la modernización social y económica de Cuba". Además, ayudará a "reforzar la democracia y el respeto de los derechos humanos" y dará una "plataforma común para la inversión bilateral y cooperar más estrechamente en desafíos globales como migración, lucha contra el terrorismo o el cambio climático".
Rodríguez, por su parte, enfatizó que están abiertos "a la construcción de una nueva etapa en las relaciones sobre las bases del respeto y la reciprocidad", y reconoció "el impulso de las compañías europeas que nos acompañaron en los momentos más difíciles".
El Gobierno de Madrid pretende asumir un papel protagonista en esta nueva etapa llena de oportunidades. "España quiere jugar con Cuba un papel de liderazgo, tanto en lo bilateral como en lo multilateral, ayudando o impulsando que la UE tenga un protagonismo mayor en Cuba. Estamos decididos a ello", puntualizó Alfonso Dastis.
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Dastis enfatizó que ellos han estado "en primera línea impulsando la elaboración del acuerdo", al que le falta todavía, para que entre en vigor, la ratificación de los parlamentos de los Estados miembros, del cubano y del Parlamento Europeo. España ocupa el tercer lugar en presencia económica, inversiones y comercio en Cuba por detrás de China y Venezuela.
El alto diplomático español obvió responder a la comprometida pregunta de los periodistas sobre si la promoción de la Posición Común fue una decisión equivocada. "Hay que evitar mirar al pasado", contestó azorado.
Hace ahora dos décadas las tensiones con la antigua metrópoli llegaron a tal punto que en noviembre de 1996 el mismísimo Fidel Castro retiró el plácet que le había concedido días antes al nuevo embajador español, José Cordech Planas, después de que éste declarara en una entrevista al diario conservador ABC que su idea era "tener las puertas de la Embajada abiertas de par en par a los sectores de la disidencia".
Las relaciones hispano-cubanas se fueron suavizando progresivamente tras la derrota del PP en 2004 y también a medida que se hizo patente que los efectos de la Posición Común eran muy limitados. Nunca fue una norma de obligado cumplimiento –otra de las muchas contradicciones de la débil política exterior de la UE– y al final se había convertido en una rémora, un fastidio para los funcionarios comunitarios, muchos de los cuales consideraban el asunto un dilema "hispano-español", como escribe el profesor Joaquín Roy, director del Centro de la Unión Europea adscrito a la Universidad de Miami.
Curiosamente, a pesar del abismo ideológico, con la llegada de Rajoy a la Presidencia del Gobierno se ha impuesto la tesis del pragmatismo, aceptando el fracaso de la Posición Común, lo que ha culminado en el acuerdo anunciado por Mogherini. Y muchas empresas españolas, pero no sólo las destinadas al turismo, han aplaudido satisfechas.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK