El exdirectivo de la empresa Cláudio Melo Filho citó a 51 políticos de 11 partidos que habrían recibido dinero de la empresa de forma irregular, entre ellos políticos muy influyentes en el Gobierno, como los ministros Eliseu Padilha (Casa Civil) y Moreira Franco (Inversiones).
Según este delator el propio Temer llegó a pedir personalmente diez millones de reales (casi tres millones de dólares) al expresidente de la empresa, Marcelo Odebrecht en 2014, cuando era vicepresidente, algo que el presidente dijo "repudiar con vehemencia" por ser una falsa acusación, según expresó en un comunicado.
El columnista José de Souza, de Folha de São Paulo, escribía este lunes: "El Gobierno de Michel Temer, tal como el presidente se imagina que existe, ya se acabó. Aunque permanezca en el Planalto hasta 2018 Temer será un presidente cojo", aseguró.
Además, añadió que Temer, "limitado y rechazado, promueve reformas y crecimiento económico arrastrando las cadenas de Odebrecht como un zombi".
La articulista de O Globo Miriam Leitão, por su parte, cree que la economía "no resolverá la crisis política" y que aunque Temer, que está más "debilitado" tras las delaciones de la constructora, tiene que seguir proponiendo reformas también debe explicarse y responder a las dudas de sus electores.
Las masivas manifestaciones contra la corrupción organizadas la semana pasada —antes de que se publicara el contenido de las delaciones— ya marcaron un antes y un después: por primera vez, movimientos que eran afines al actual Gobierno, como Vem Para Rua y el Movimento Brasil Livre (MBL) salían a la calle.
Antes que eso, el episodio de las presiones que habría recibido el exministro de Cultura, Marcelo Calero, para que no denunciara públicamente un caso de presiones por parte de otro ministro, el de la Secretaría de Gobierno, Geddel Vieiria Lima, también salpicó a Temer.
Lo hizo hasta tal punto que en apenas unos días el presidente recibió dos peticiones de "impeachment" alegando que habría cometido un delito de tráfico de influencia; una por parte del Partido Socialismo y Libertad (PSOL) y otra por parte del Partido de los Trabajadores (PT) y varios movimientos sociales de izquierda.
Mientras tanto, la popularidad de Temer no deja de caer: el 51% de los brasileños piensa que su gobierno es "malo o pésimo", frente al 31% que los pensaba en el mes de julio, según una reciente encuesta de Datalfolha realizada antes de que se lanzaran estas últimas acusaciones de corrupción.
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Además, la opción de que Temer continúe en el cargo más allá de 2018 aún parece menos probable; primero porque él mismo ha repetido en varias ocasiones que no quiere ser candidato, pero si finalmente lo hiciera tan solo cosecharía un 4% de los votos, según el mismo instituto de opinión.