Para los latinoamericanos, los Lada son uno de los íconos de la industria soviética más cercanos a su realidad. A finales de los 80 e inicios de los 90, los países suramericanos importaron desde la entonces Unión Soviética miles de coches producidos en la ciudad rusa de Tolyatti.
Hay una característica que resaltan todos los que tuvieron coches de esta marca: nunca se quedaron a pie. La simpleza del motor y su calidad permitía salir de apuros fácilmente en situaciones de desperfectos simples, aún sin conocimientos avanzados de mecánica.
"Es un auto que es muy difícil que te deje a pie porque su mecánica es básica. El tren delantero, las terminales, las rótulas: todo es accesible. Tienen una mecánica que cualquiera puede hacer", dijo a Sputnik el chileno Jorge Alejandro Marcelli, dueño de una tienda de repuestos automotores en Puerto Montt. Marcelli tuvo dos Ladas: un 2106 y un Samara.
En su negocio, ha vendido repuestos durante más de diez años, pero debido al paso del tiempo y los recambios de la plaza automotriz, cada vez hay menos Ladas de esas épocas en las calles chilenas. Por eso la venta "ha bajado". Sin embargo, no es raro ver aún los vehículos soviéticos en las calles. "Algunos andan circulando todavía. Sobre todo el Samara", comentó Marcelli.
"Era un auto que me gustó mucho. Al final uno lo cambia porque quiere modernizarse, pero como máquina era excelente", dijo el chileno sobre este modelo.
Las anécdotas del fiel compañero motorizado abundan entre los que tuvieron un Lada Marcelli recordó en una ocasión que junto a toda su familia —sus dos hijos, su mujer y su suegra— subió al volcán Osorno a bordo de su Lada Samara. Según evocó, era un día caluroso de verano y el radiador del motor se quedó sin agua. Lejos de cualquier refugio de montaña y sin agua alrededor, el coche dejó de funcionar. La familia logró resolver el apuro de una singular manera.
"No tenía agua por ninguna parte. Tuvimos que orinar todos en un envase y lo echamos al depósito de agua. Llegué al refugio y arriba conseguí agua, pero salimos del paso con la orina", relató entre risas Marcelli, con una historia que refleja la resistencia de su Samara.
Juan José Mazzoni, un uruguayo que fue propietario de un Lada durante casi diez años, recuerda la potencia de su sedán 2105, un coche urbano, que según dijo, en condiciones extremas lograba desempeñarse de manera satisfactoria. En su caso, la memoria más destacable es cuando llevó a sus hijos a un campamento en una remota zona serrana sin un camino delimitado a mediados de los 90. Llegado un momento, se topó con una cañada.
"Era un coche sedán, pero lo usamos como si fuera un todoterreno. La calzada del arroyo era de piedra despareja y tuvimos que empujar las ruedas arriba de las rocas. Era un auto fabricado para la ciudad, pero se comportó perfectamente", rememoró Mazzoni.
Jorge Patrone, otro uruguayo, tuvo durante 14 años un Samara sedán, al que definió como "bastante lindo". "Era muy cómodo, amplio y resistente. Nunca me falló, por algo lo tuve tantos años. A veces uno no puede hacer cambio de auto aunque quiera, pero tener ese coche no era un sufrimiento", dijo.
Patrone compró su Samara a fines de la década de los 80 y según dijo, apenas tenía que hacerle el mantenimiento básico, sin cambios de motor o ajustes importantes. Casi un cuarto de siglo después, este año se volvió a encontrar por casualidad con el vehículo en un semáforo.
"Iba por una avenida y de repente estacionó a mi lado un Lada Samara sedán. Lo miro y tenía un plástico roto en el mismo lugar que el Samara que yo tenía. Cuando arranca, miro la matrícula. Era la del mío: estaba andando, vivito y coleando, en el 2016", relató.
De a poco, los Lada que llenaron las calles latinoamericanas hace un par de décadas, van desapareciendo. La marca no mantuvo su presencia: por la renovación de la plaza automotriz, los viejos autos se han vuelto objetos de colección. En Cuba, sin embargo, siguen estando entre los automotores más populares.