"Con la muerte de un padre biológico todo acaba, con la muerte de un líder como Fidel, muchas cosas se abren", asegura el autor de "Rojo aceituna. Un viaje a la sombra del comunismo", un título publicado en 2014 para la editorial Páginas de Espuma.
Según Menéndez, ese suceso "obliga a plantearte preguntas generales con respecto al destino de toda una nación, y este destino afecta directamente, obliga a posicionarte".
"La sensación de incertidumbre, y la perplejidad existencial, fue mayor con la muerte de Fidel; las connotaciones simbólicas de la muerte de Fidel, en mi imaginario, son más significativas que la de mi padre biológico, cuya muerte, si bien posee cierto simbolismo, pertenece sobre todo al ámbito de los afectos", destacó el literato, que recientemente presentó a los lectores españoles su última obra, "La casa y la isla".
Al referirse a su llegada a España, afirma que arribó "andando sobre las aguas y dispuesto a no dejarse crucificar".
"Como dice Serrat: no me siento extranjero en ningún lugar, donde haya lumbre y vino tengo mi hogar; y ya se sabe que en España hay mucho vino, oportunidades para los escritores no hay demasiadas, pero lo que es vino y ruido, sí", advierte el escritor, que se jacta de nunca haber tenido un teléfono móvil.
Menéndez asegura que para él siempre fue importante que su literatura trascendiera la isla del Caribe, donde vivió hasta 1997, año en el que ganó el premio Casa de las Américas de Cuba con "El derecho al pataleo de los ahorcados" y partió a Perú.
Cómo anécdota paradójica que marcó su vida, relata que en los años 90, cuando era "estudiante de Historia del Arte en la Universidad de La Habana, leía todo el día a Proust, Dostoievski y Hermann Hesse, en secreto criaba cerdos", vivencia que reflejó en su novela de 2006, publicada en Lengua de Trapo, "Las bestias".
Comentando sus primeros pasos en la literatura, el escritor cubano destaca que su adolescencia "estuvo arropada en el grupo literario y etílico que se hizo llamar El Establo".
Al comentar la noticia de que la Unesco declarara la rumba cubana como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, Menéndez advierte que en breve habrá "una especie de revisión inevitable, una paulatina reconsideración y rescate de los valores de la cultura y la intelectualidad cubana, poco a poco tendrá que ir ocurriendo una especie de clarificación, de rescate de libros, de ordenamiento de las cosas realmente valiosas que andan desperdigadas entre exilios, 'aislamiento', modas, y espejismos".