Durante años, los gastronómicos Fernando Ríos Kissner, Luis Manuel Pondal y Daniela Viña buscaron alternativas para solucionar el hambre de su provincia, Tucumán, pero sus abogados los desaconsejaban.
"Muchas veces nos quedan excedentes de la actividad gastronómica y queríamos hacer algo en una provincia donde se registran casos de desnutrición y mortalidad infantil", dijo a Sputnik Fernando Ríos, uno de los impulsores del Proyecto 'Heladera Social', que busca reducir el desperdicio de alimentos excedentes y contribuir a satisfacer las necesidades básicas de las personas.
En Argentina hay un "vacío legal funcional a las grandes cadenas de comercialización de alimentos". Los gastronómicos argentinos "tiran su comida por miedo a recibir demandas", explicó Ríos.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés), en el mundo se desperdicia o se pierde un tercio de los alimentos producidos para el consumo humano, lo que equivale a cerca de 1.300 millones de toneladas al año.
Los datos de la organización correspondientes al período 2012-2014, determinaron que unos 805 millones de personas padecen hambre en el mundo. En América Latina y el Caribe, ese flagelo afecta a 37 millones de personas (6,1% de la población).
A principios de 2016, mientras los tres socios charlaban a la puerta de uno de sus locales, vieron a una familia hurgar dentro de un contenedor de basura en busca de comida.
"Hemos visto escenas como esas miles de veces, pero esa noche fue como un mensaje: nosotros tirábamos la comida que ellos buscaban en la basura. Esa noche sentimos vergüenza", confesó el gastronómico.
Al día siguiente comenzaron a buscar información sobre frigoríficos comunitarios en otras partes del mundo. Encontraron proyectos en Berlín y el País Vasco. Además, existen experiencias similares en India y Cataluña.
Armaron un proyecto y se lo presentaron a su personal de cocina. Juntos crearon un sistema de clasificación de alimentos. Empezaron a almacenar comida todas las noches en uno de los refrigeradores de sus locales.
Luego sucedió lo inimaginable: la participación vecinal. "Eso nos dejó absolutamente azorados. Desde el primer día la gente aportó comida a la heladera. Hoy se llena dos veces al día, y el 90% del aporte es vecinal. Se armó un círculo virtuoso muy interesante entre el vecino que tiene un plato para compartir y el que lo necesita", señaló Ríos.
Con el paso del tiempo algunos vecinos incluso donaron frigoríficos para que el proyecto se "multiplique". En la actualidad en Tucumán hay cuatro heladeras funcionando de "manera independiente", aseguró Ríos.
Según sus cálculos, por día unas 60 o 70 personas recogen un plato de comida de una de sus neveras y la gran mayoría son adultos mayores.
La experiencia se replicó en otras provincias argentinas como Córdoba, San Juan, Jujuy, Salta, Neuquén, Buenos Aires y Capital Federal.
"Hay provincias que incluso han legislado esta práctica. Nuestro mayor aporte fue poner a pensar a la clase política acerca de la problemática del hambre, que la vieran con otros ojos", concluyó.