Pero sería injusto con ellas reducirlas a un puñado de ideas que, hombres y mujeres por igual, estamos cansados de escuchar. Como en cualquier otro país del mundo, cada mujer rusa es única y es en esa singularidad donde se encuentra el espacio para la amistad y para el amor.
Sin embargo, existe un algo, mucho más abstracto, mucho más imperceptible y mucho más profundo, que es intrínseco a la gran mayoría de mujeres rusas. La mejor forma de explicarlo es pensar en Anna Karénina lanzándose bajo un tren en el clímax de la novela homónima del autor ruso León Tolstói. Cuando ella procede de ese modo, acabando con su vida, rompiendo cualquier lazo con la alta sociedad, demostrando su superioridad moral con respecto a su entorno, adquiere eso que hace únicas a las rusas: la libertad.
Tal vez 'adquirir la libertad' no sea la mejor expresión; sería mejor decir que 'declara su libertad', esa que poseía desde temprana edad y que la guio desde el principio de la novela hasta su 'trágico' final.
En todo caso, esa libertad ha marcado a las mujeres rusas a lo largo de la historia. Ya en el siglo X de nuestra era, Olga de Kiev asesinaba drevlianos a diestra y siniestra para demostrar que su mano (y con ella, el poder sobre Rus) no era un objeto que pudiera ser adquirido por el mejor postor.
Se equivocan quienes creen que las féminas rusas se maquillan o se visten como lo hacen para encontrar esposo entre esos 88 hombres que nacen por cada 100 mujeres, según las estadísticas. Por el contrario, ese deseo de verse bien (lo que para unas significará maquillarse y ponerse tacones y para otras, usar una bufanda y la piel al natural) nace de la libertad y el deseo de ser ellas mismas. Tal vez esa sea la razón por la que las tendencias de moda que arrasan en todo el mundo llegan a Rusia a medias, sin demasiada fuerza, pues restringen, al fin y al cabo, la libertad personal.
Pero no es sorprendente cuando pensamos que sus ejemplos a seguir son Catalina la Grande, Ida Rubinstein, Marina Tsvetáeva, Anna Ajmátova: la emperatriz que sentó las bases de la cultura rusa actual; la bailarina bisexual que transformó el ballet; una poeta que se liberó del terror a través del suicidio; y otra que tuvo las agallas para enfrentarse cara a cara con Iósif Stalin.
Ese es el mayor secreto de las rusas, un secreto intrínseco e innato, del que muchas de ellas no son conscientes. Y la mejor opción para quien desea conquistar a una es dejarla ser libre: libre para ser la mejor esposa, la mejor amante, la mejor amiga, la mujer más bella, más inteligente, más sensible, más comprensible; ser libres para demostrar por qué el mundo se rinde a los pies de las mujeres eslavas.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK