En abril de 1994, la muerte del presidente del país Juvenal Habyarimana, de etnia hutu, a manos, supuestamente, de rebeldes tutsis, desencadenó una ola de violencia étnica ante la pasividad de la comunidad internacional.
"Pedimos perdón por todos los males que cometió la Iglesia. Nos disculpamos en nombre de todos los cristianos por todos los errores que hemos cometido. Lamentamos que hubiera miembros de la Iglesia que violaron su juramento de fidelidad con los mandamientos de Dios".
Este es un fragmento del texto que se leyó en todas las parroquias del país el pasado 20 de noviembre. En él, los clérigos se disculpan por el daño hecho, y piden perdón por sus crímenes.
"Perdónanos por los crímenes de odio en el país en la medida en la que odiábamos a nuestros compañeros por su origen étnico. No mostramos que somos una familia si no que nos matamos entre nosotros", se afirma en la declaración.
En total fueron más de 800.000 las personas asesinadas por la violencia étnica que vivió Ruanda durante la década de los 90 del siglo pasado. La mayoría de las víctimas fueron miembros de la minoría tutsi y hutus moderados que se oponían a la masacre.