Hace tres años, los restauradores del Museo Ruso de San Petersburgo recibieron un fragmento del retrato de Vladímir Lenin para un examen pericial. Durante casi un siglo, esta obra decoró la sala de la más antigua escuela de San Petersburgo, la número 206. Pero resultó que el cuadro guardaba un secreto.
Varios alumnos que estaban jugando en la sala en los años 70 arrancaron accidentalmente un trozo de lienzo. Taparon el agujero, pero el fragmento del cuadro lo guardaron en el museo de la escuela hasta 2013.
Los especialistas de arte descubrieron que en el reverso del fragmento del retrato de Lenin, a través de la pintura negra, se veía claramente la imagen de una bota. El cuadro fue iluminado con luz infrarroja y resultó que, al otro lado, ocultaba un retrato de Nicolás II que se consideraba perdido.

Los técnicos trabajaron durante tres años para restaurar el retrato sin dañar la imagen de Lenin.
Ahora el trabajo final será presentado al público.

"El retrato del zar fue pintado en 1896, el año de la coronación, probablemente al natural", comentó uno de los restauradores.
En 1917 comenzó la historia de la Rusia bolchevique. El pasado imperial se volvió ideológicamente perjudicial e incluso las obras que hacían alusión al mismo fueron destruidas. Pero el maestro de la escuela número 23 de Petrogrado, Vladislav Izmáilovich, decidió poner en riesgo no solo su reputación, sino también la libertad, para salvar el retrato de Nicolás II.

El lienzo de su compañero Iliá Galkin decoraba antes el salón de actos de la escuela. El artista sabía que esta obra de arte no sobreviviría al nuevo Gobierno, por lo que cubrió la imagen del último zar ruso con pintura negra lavable.
Se decidió instalar el lienzo en el mismo lugar donde antes se encontraba el de Nicolás Romanov, con el mismo marco lujoso pero sin atributos reales —el cetro, el orbe y la corona—.
El retrato de Lenin decoró la sala durante 95 años. Nadie sospechó jamás que el líder revolucionario fuera el 'salvador' del zar.