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Pero no es lo peor de su testimonio: Felize no pudo contener las lágrimas cuando recordó que los yihadistas le cortaron la cabeza a su hijo ante ella en la plaza central de la aldea, solo porque él había servido como policía en las fuerzas de seguridad gubernamentales de Irak.
"Lo vi con mis propios ojos. Mi hijo no tenía ninguna culpa. Lo mataron solo porque pertenecía a la Policía iraquí. Les supliqué que lo perdonaran y que no lo matasen, pero no me escucharon. Tenía apenas 30 años, estaba casado y con tres hijos".
Zeki Ibrahim, de 64 años, oriundo de la aldea de Bartilla, también cerca de Mosul, recordó que los islamistas solían irrumpir en las casas para espiar lo que la gente estaba haciendo. Muchos hasta tenían miedo de llamar a los familiares que vivían fuera de Mosul porque sabían que los terroristas escuchaban las conversaciones telefónicas.
Murad Hemo, residente en la localidad de Zeydani, logró escapar del yugo de los terroristas. Contó que los partidarios de Daesh controlaban la vida cotidiana de la población, especialmente en relación con el atuendo. Las mujeres debían llevar prendas que cubriesen el cuerpo entero a excepción de los ojos. Hemo también confirmó que en caso contrario los yihadistas les daban latigazos.
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"Los hombres que decidieron afeitarse también fueron castigados a latigazos. La gente que lo hacía de nuevo fue encarcelada. Los que cometían delitos que ellos consideraban más 'graves' fueron ejecutados", detalló.