Cajas y más cajas con archivos, documentos y fotografías son el paisaje en el que se desenvuelve la vida de Lola Ruiz Sergueyeva en los últimos tiempos. El árbol genealógico de la periodista, doctora en Ciencias de la Información por la Universidad de Moscú, daría para escribir una novela como 'Cien años de soledad'. En vez de los Buendía, eso sí, las páginas irían jalonadas de andanzas de los Sergueyev, por su lado paterno, y los Ruiz Ibárruri, por el materno.
La lucha por preservar el legado de sus ancestros comenzó en sí misma, en su propio nombre. "Yo nací en Rusia, de modo que mi partida de nacimiento dice que soy Dolores Artemovna Sergueyeva. Utilizando esta fórmula, el apellido de mi madre [Amaya Ruiz Ibárruri] desaparecía. En un momento dado, me puse el apellido materno en vez de Artemovna, que es solo un patronímico".
'Pasionaria', vista por su nieta
La guerra civil española (1936-39) empujó al exilio a cientos de miles de ciudadanos. Una de las voces más destacadas del Partido Comunista de España, Dolores Ibárruri, conocida con el pseudónimo de 'Pasionaria' por sus escritos en prensa, emprendió un viaje del que tardaría años en regresar.
"El exilio en la URSS a raíz de la guerra civil española está contado por mi abuela en sus memorias, que se titulan 'El único camino' y 'Me faltaba España'. Ella dejó escrito que, al final de la contienda, más o menos el 7 u 8 de marzo, se marchó de España con los últimos aviones que había de la Fuerza Aérea Republicana, cuyo jefe era Hidalgo de Cisneros. Voló desde el aeródromo militar de Monóvar, en Alicante, hasta Orán. De Orán se fue luego a París. Estamos hablando ya del verano de 1939. Por entonces, ella se comunicaba con José Díaz [secretario general del Partido Comunista de España (PCE)], que estaba ingresado en una clínica en Rusia. Estaba muy enfermo. Tenía cáncer. De hecho, se murió en el año 42". Así inició Lola Ruiz Sergueyeva su pormenorizado relato acerca de su abuela materna.
"José Díaz quería tener una conversación con Dolores Ibárruri, y la convenció para viajar a Rusia. Y la abuela se fue para uno o dos días con su sombrero, su vestido y sus zapatos de verano. Y ya no pudo salir".
Pese a que no tenía intención de quedarse en la URSS, las circunstancias forzaron a Ibárruri a hacerlo. Su tesón y una "muy buena memoria" fueron sus mejores aliados a la hora de aprender un idioma tan difícil como el ruso.
"Como no iba a poder salir del país, la abuela contrató a una profesora de ruso, que le explicó que era un idioma muy complicado. Lo más fácil es leer los artículos rusos de primera plana, porque en la portada de un periódico es donde más palabras de origen griego o romano puede uno encontrar, hasta un 25%. Conociendo ese vocabulario, uno puede ya más o menos defenderse. De manera que mi abuela se memorizaba artículos enteros. Aprendió ruso muy rápido", desveló Lola sobre aquellos primeros pasos en la Unión Soviética.
Un núcleo de confianza muy pequeño hizo más llevaderos aquellos años de Dolores Ibárruri. "Tenía varias amigas: Irene Falcón, Nieves de Planelles, Clara Sánchez, la viuda del pintor Alberto Sánchez. Ese era su círculo más cercano. Eran grandes mujeres. Y nada más, porque la emigración no favorece amistades".
Que las memorias de 'Pasionaria' lleven por título 'Me faltaba España' no es un asunto baladí y queda perfectamente ilustrado en esta anécdota. "Recuerdo un episodio en el año 71. Estábamos en un pueblo de Francia, en una zona muy cercana a España. Entonces, mi abuela caminó la mitad del puente, que era el que separaba la frontera. Siempre echó mucho de menos su país".
De naturaleza inquieta, Ibárruri se movió por muchos países antes de regresar a España. "Vivió una época en China, otra en Bulgaria y en Rumanía. También hacía numerosos viajes: a Italia, a Francia, a Suiza. La mayoría de las veces yo la acompañaba".
"El 13 de mayo de 1977, mi abuela y mi madre volvieron a España. Creo que en junio fueron las elecciones [el 15 de junio 1977 tuvieron lugar los primeros comicios libres en España desde la Segunda República]. Dolores Ibárruri era la primera de la lista [del Partido Comunista de España] por Asturias. Antes de la guerra civil ya había sido diputada por Asturias, representando a los obreros que estaban en prisión por el bienio negro [noviembre de 1933-febrero de 1936, también conocido como bienio conservador y caracterizado por el Gobierno del Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux en coalición con la CEDA]. Y volvió, volvió a ser diputada. De hecho, ella se decía a sí misma 'diputado', nunca 'diputada'", dijo Lola Ruiz Sergueyeva, aderezando la anécdota con una sonrisa.
"Estuvo en esas primeras Cortes Constituyentes y luego ya se retiró, viviendo una vida más o menos tranquila, aunque ella seguía siendo un personaje de la historia de España y entonces teníamos muchas visitas. Prácticamente cada día venía gente a ver, a hablar, a observar, porque la abuela se había convertido en un mito y la gente quería verla en carne y hueso".
Todo estos detalles forman parte de la feliz vuelta a la democracia del país ibérico. Son, por así decirlo, Historia con mayúsculas. Pero detrás de cada página imperecedera para la humanidad hay seres que sufren, padecen, se emocionan, logran metas imposibles o yerran lo impensable, que matan y mueren. Es inevitable hacerle a Lola una pregunta muy directa. Sabemos quién fue para muchos Dolores Ibárruri, lo que representó y representa. Hemos escuchado hablar del mito, pero, ¿cómo definiría Lola a la mujer que se escondía tras el mito?
"Dolores era una persona de una fuerza extraordinaria. Era una mujer muy recta, muy exigente consigo misma, y era una mujer muy desgraciada, porque, de seis hijos que tuvo, solamente mi madre [Amaya Ruiz Ibárruri] llegó a sobrevivirla. Mis cuatro tías habían muerto en el País Vasco [Ester, Amagoia, Azucena y Eva Ruiz Ibárruri]; mi tío [Rubén Ruiz Ibárruri] murió en la batalla de Stalingrado. La única que le quedaba a mi abuela era mi madre, y eso la atormentaba. Ella se sentía responsable. Pero, ¿de qué podía ser responsable? Simplemente de la mala suerte. En fin (suspira), era una gran dama".
Acerca del viraje existencial de 'Pasionaria', traducido en su vuelta a España en un avión de Aeroflot tras haber estado desterrada 38 años, Lola describió a su abuela "como una persona flexible".
"Se adaptó bien a la nueva España. De hecho, firmó la Constitución donde España se proclamaba como Monarquía Constitucional. Ella siempre decía que su máxima aspiración era una República Democrática. No obstante, entendía perfectamente que, en ese momento, las cosas se habían desarrollado como se habían desarrollado. Y ella firmó, evidentemente. Era una persona muy razonable. Dolores siempre decía que hay que seguir adelante, que hay que pensar en lo nuevo. Hay que intentar hacer todo lo que puedas, pero dentro de una situación concreta que la vida te presenta".
Lola Ruiz Sergueyeva esboza una nueva sonrisa cuando se le pregunta si hay algún rasgo de Dolores Ibárruri presente en ella. "Yo fui educada por mi abuela. De hecho, de la maternidad me trajeron directamente a casa de la abuela Dolores. Yo creo que… soy muy resistente a cualquier problema. Yo, pase lo que pase, caiga como caiga, voy a caer sobre las cuatro patas, como los gatos: seguiré adelante".
"Otra cosa que me ha enseñado la abuela es a estar siempre preparada para lo que fuera. Yo hago la maleta en 15 minutos, recojo mis cosas y me voy, porque, desde mi primera infancia, la abuela me decía: 'vamos a viajar'. Me lo decía todo en el último momento y, aunque yo era una niña pequeña, tenía que hacer mi maleta, y yo misma la hacía. Era siempre, siempre, siempre, un estado de movilidad. Y eso que estudiaba en un colegio. Estudiaba muchas cosas. Sabía que había que hacer un parón técnico y seguir a la abuela. Y eso desde muy pequeña. Creo que todos los emigrantes tienen algo de 'complejo de Ulises'. No encuentran su sitio, no encuentran su Ítaca", confesó.
¿Qué habría sido de una mujer como Dolores Ibárruri de no haber mediado una guerra civil? Su nieta tiene una respuesta clara: "ella era resistente, flexible y capaz de asimilar lo nuevo. Tenía una vida interesante aunque no saliera de casa. Leía mucho, le gustaba el cine, le gustaba viajar. Tenía muchísimos 'hobbies'. Era magnífica en casa, cosiendo, cocinando, enseñando a los nietos. Lo que fuera. Era una todoterreno. Si no le hubiera tocado esta época tan dura, habría destacado en algo diferente. Era una persona que siempre miraba hacia adelante".
El sueño de Dolores Ibárruri de convertir a España en una República Democrática quedó inconcluso. Le pregunto a la entrevistada si cree que ese momento arribará algún día. "No sé si volverá la república a España, veremos. Yo creo que nadie tiene una bola de cristal. Ni siquiera sabemos quién va a gobernar dentro de unos meses. Pensar ahora en una república, yo creo que… España tiene una Constitución. Y eso es lo que hay".
El bolchevique que fundó la república de Donetsk
Dentro de muy poco tiempo se presentará el libro 'La república de Donetsk y Krivoy Rog'. Si la rama materna de la familia de Lola Ruiz Sergueyeva es fascinante, la paterna no le va a la zaga.
"Fiódor Sergueyev, alias Artiom, fue un revolucionario bolchevique que fundó, en 1921, la república de Donetsk y Krivoy Rog. Esa república es fruto de la revolución de octubre de 1917, pero también es fruto de la guerra civil. Mi abuelo fue estudiante, luego vivió en Francia y terminó unos cursos de artillería en París, curiosamente. Hablaba francés, estuvo en China, en Australia, donde redactaba un periódico que se llamaba 'Los ecos de Australia'. Era una persona que, cuando lees sobre él, dices: 'no me lo puedo creer'. Cómo alguien de hace 100 años se movía de Australia a China, a París, y tenía pasaporte británico, etcétera", explicó Lola.
Entre los documentos de su abuelo "hay pocas fotografías, porque ha pasado un siglo, pero las hay. Y, curiosamente, he trabajado en el archivo de cine y fotografía y, en él, encontré imágenes del entierro de mi abuelo, así como de intervenciones suyas durante unos congresos del partido comunista, que en aquel entonces era el partido bolchevique".
"El personaje de mi abuelo está muy mitificado y lo que se sabe de él te sume en un profundo desconcierto. Además, hay libros sobre el legado, los artículos y las intervenciones de mi abuelo, que se llamaba Artiom Sergueyev o Fiódor Andreevich Sergueyev. Artiom era su nombre de lucha. Leyendo sus escritos, que resulta que mi abuela guardaba, es impresionante comprobar que los problemas que él planteaba en 1918, que es cuando se organiza la república de Donetsk-Krivoy Rog, siguen después de un siglo", puso de relieve Lola Ruiz Sergueyeva.
"No se ha resuelto absolutamente nada. Él decía que la cuenca minera y el Donbás estaban poblados por gente relacionada con la industria del mineral y no tenían nada que ver con la Ucrania de Kiev. Durante la guerra civil, esa república [Donetsk-Krivoy Rog] surgió en el año 18, pero tuvo una vida muy corta y desapareció. Y luego ya se formaron las repúblicas [soviéticas] para el año 22, cuando se hizo el plan de nacionalidades. Fue un plan desarrollado por Stalin, que dibujó fronteras por donde le pareció oportuno. De esa manera, todos tuvieron que atenerse a la política de nacionalidades de la URSS".
"La Unión Soviética se forma sobre la base del Imperio ruso en 1922. A partir de ahí, el país se convirtió en lo que vemos hoy, sumado a lo que adquirió por el pacto Ribbentrop-Mólotov del 39, que son los países del Báltico, Ucrania occidental, Bielorrusia occidental y también parte de Moldavia".
La voz de Lola Ruiz Sergueyeva, suave y melodiosa, se vuelve por momentos hipnótica cuando disecciona acontecimientos históricos. Y, en una suerte de eterno retorno, los caminos inexorables de la tragedia familiar vuelven a asomar sus terribles fauces.
"Fiódor falleció en circunstancias raras. Él era, entre otras cosas, presidente de la Unión de Mineros Internacional. Habían ido a un congreso a la ciudad de Tula desde Moscú [182 kilómetros al sur de la capital]. Mi abuelo convenció a un ingeniero, un tal Abakovsky, para poner un motor de aviación en la locomotora-vagón. De Moscú a Tula fueron a 140 km/h, lo que en 1921 era ir prácticamente volando. Y a la vuelta, alguien puso piedras sobre los raíles y el vagón descarriló. El ingeniero Abakovsky y mi abuelo murieron en ese accidente. Están enterrados en la Plaza Roja, detrás del mausoleo".
Iósif Stalin adoptó a Artiom Sergueyev, padre de Lola Ruiz Sergueyeva, tras la muerte de Fiódor en el accidente de tren.
Stalin, padre del húerfano
"En el momento de la muerte de mi abuelo Fiódor, mi padre tenía tres meses. Stalin lo adoptó. No tenemos, de hecho, unos papeles de adopción tal y como los entendemos ahora. Entonces era una práctica habitual. Cuando murió Frunze, ministro de Defensa soviético [31 de octubre de 1925], sus hijos fueron a parar a casa de Voroshílov [sucesor de Frunze en el cargo]", contó a modo de ejemplo.
"Cuando murió mi abuelo, mi padre, Artiom Sergueyev, fue a parar a casa de Stalin. Bueno, en realidad ni siquiera tenían casas, o lo que nosotros entendemos por tal".
Tras el estallido de la revolución bolchevique en Petrogrado [hoy San Petersburgo], empezó la guerra civil, lo que obligó al Gobierno a trasladarse a Moscú.
"Entonces el Gobierno vivía en los cuarteles que había dentro del Kremlin, que ahora no existen, porque está el nuevo Palacio de Congresos. Eran unas habitaciones de los oficiales del Kremlin. No había cocina. Todos eran vecinos y cuidaban los unos de los otros. Cada uno tenía su habitáculo y ahí, en función de cómo era su familia, le tocaba uno más pequeño o más grande. De esa casa pasaron después a vivir en el Hotel Nacional. Luego ya obtuvieron un apartamento, que es donde mi padre pasó ya toda su vida".
"Artiom Sergueyev publicó dos libros. Uno de ellos es de 2007 y se llama 'Conversaciones sobre Stalin'. Dejó unas extensas memorias. De hecho yo estoy trabajando con ello y tengo una caja todavía sin transcribir. Aparece mucho mi padre en un libro de Simon Sebag Montefiore, 'La corte del zar rojo'. Montefiore le hizo varias entrevistas. En ese libro figura como uno de los familiares de Stalin", especificó.
"Entre otros regalos que recibió de mi abuela, mi padre tenía una máquina de fotos. Cuando se fue al frente, se la llevó. Además, cumplió el recado de la abuela de tomar notas todos los días. Artiom Sergueyev conservaba una especie de diarios de guerra que yo he digitalizado. Por ahora, tengo 800 fotografías inéditas de la batalla de Stalingrado, de la de Kursk, e intento más o menos organizarme para que este legado sobreviva".
"En este momento trabajo con los archivos de mi familia rusa, que no es rusa, por cierto, porque mi abuela [paterna] era medio polaca medio alemana. El que era ruso era mi abuelo. Yo descubro que mi familia era grande y que mucha gente murió en la guerra, en los campos o donde sea. De eso nunca se ha hablado en la familia, pero lo que yo he encontrado son cartas de todas las épocas, de la rama familiar polaca, de la rama alemana, de la rusa en Siberia, y, evidentemente, ves que gente como mi padre o mi abuela han estado toda la vida sin hablar del tema, porque supongo que para ellos es infinitamente más doloroso que para mí. Yo intento hacer un árbol genealógico, pero cuesta. Con mi padre era prácticamente imposible, porque yo le preguntaba si conocía parientes, si había familia, y él me decía que solo había sobrevivido uno de sus hermanos, nada más. Ha sido una vida tremendamente accidentada. El siglo XX ha sido dramático. Muchas guerras. Y todo eso ha destruido prácticamente la familia, porque muchos han perecido".
Ramón Mercader, el español que asesinó a Trotski
"Llegué a conocer a Ramón Mercader. Debía de ser el año 66 o 67. Son recuerdos muy lejanos. Y lo poco que sabía de él en aquel entonces es que había adoptado a dos niños españoles que habían quedado huérfanos. Recuerdo que Laura —el nombre de la niña adoptiva de Ramón Mercader— llevaba un traje maravilloso de color fucsia y con unos volantes. Y yo, que andaba usando la ropa de mis dos hermanos mayores, siempre con vaquero y camisa de cuadros, descubrí que existía otro mundo. Y de hecho yo recuerdo a la mujer mexicana de Ramón, que era muy viva y muy atenta. Él, sin embargo, era muy discreto, le resultaba fácil pasar desapercibido. A él lo recuerdo menos que a su esposa y a su hija".
La España de hoy y las esquirlas de una guerra ideológica
Lola Ruiz Sergueyeva ama a España, pero evita posar su mirada, tiznada de sombras de melancolía, sobre el país. Así, amablemente, elude comentar fenómenos como el de Podemos, que ha logrado aglutinar a una gran parte de la izquierda ibérica. "Lo siento. Llevo aquí [en Rusia] bastante tiempo y estoy un poco alejada. Lo que yo sé de los movimientos políticos actuales es lo que leo en los periódicos".
Cerramos la conversación abordando la ideología por la que lucharon Fiódor Sergueyev, Artiom Sergueyev, Dolores Ibárruri y Rubén Ruiz Ibárruri, además de muchos otros familiares.
"De las ideas de antaño, la de convertir la tierra en un paraíso no pudo ser. Es como la 'Utopía' de Tomás Moro o 'La ciudad del sol' de Tomás Campanella. Son ideas que sí echaron raíces en la sociedad del siglo XX, que fue una época tremendamente radical. El diseño de una vida mejor para los trabajadores ha calado muy profundo. De hecho, las ocho horas de trabajo, las vacaciones pagadas, el servicio médico, etc. Hay muchas cosas que vienen desde allí y se deben a muchos cambios que hubo en la vida de la Unión Soviética. Europa Occidental y Estados Unidos siempre tuvieron un contrapunto, que era la vida en la Unión Soviética. Eso ha hecho también a la sociedad occidental mucho más flexible y mucho más sensible a la demanda de los trabajadores. No sé si eso va a durar por mucho tiempo. Hay ideas que eran progresistas y que han ido adaptándose a la vida moderna. La utopía, evidentemente, es inalcanzable. Siempre se pueden plantear las necesidades para vivir mejor", concluyó.
Y así, salvaguardando con celo la memoria de los Sergueyev y los Ruiz Ibárruri, Lola evita que se esfume una porción muy significativa del siglo XX, que hace ya tiempo se nos escapó de los dedos.