El espacio ocupa la antigua zona portuaria de la ciudad, que en ocasión de los Juegos se ha revitalizado profundamente, con nuevos parques, plazas y equipamientos culturales que han reconciliado a los cariocas con una parte destacada del centro histórico.
Durante los Juegos el boulevard acogió cada noche conciertos y fuegos de artificio, en las pantallas gigantes se retransmitían las competiciones y además diversos patrocinadores del evento deportivo colocaron en la calle diversas atracciones, como un globo aerostático.
La estrella de la zona fue, en cualquier caso, la llama olímpica, situada frente a la iglesia de la Candelaria en un pebetero diseñado por el escultor estadounidense Anthony Howe.
La zona debía perder algo de fuelle en el espacio que hay entre los Juegos Olímpicos y los Paralímpicos, que arrancan el 7 de septiembre, pero ante la buena acogida popular el Ayuntamiento ha decidido dejar abiertos bares y parte de la oferta artística.
La gran afluencia de público fue tal que en diversas ocasiones el tranvía que pasa por esta renovada región del puerto quedó bloqueado, lo que obligó a las autoridades a diseñar nuevas rutas para la llegada de los visitantes a la zona.