La Policía requisó los pasaportes de ambos y les sometió a un interrogatorio en las dependencias del mismo aeropuerto, aunque los dos permanecieron en silencio por orientación de su abogado y de varios funcionarios del consulado de Estados Unidos.
Finalmente la Policía y los nadadores acordaron que testificarían de nuevo este jueves en una comisaría de Río de Janeiro, para así intentar arrojar luz sobre el atraco que sufrieron el pasado sábado, cuando volvían en taxi a la Villa Olímpica después de pasar la noche de fiesta.
Su declaración inicial presentaba incoherencias con las de los otros dos atletas presentes en el atraco, el nadador Ryan Lochte —que ya volvió a Estados Unidos el lunes, antes de que la Justicia le impidiera salir del país— y de James Feigen, que sigue en Brasil, aunque el Comité Olímpico de Estados Unidos ha evitado revelar su paradero.
A las sospechas se sumaron las imágenes de las cámaras de seguridad de la Villa Olímpica, que mostraban a todos los nadadores volviendo a casa a las siete de la mañana —tres horas más tarde de lo que habían explicado a la Policía— y en posesión de parte de sus pertenencias que teóricamente habían sido robadas.