"Hemos desarrollado ciudades compartimentadas donde segregamos los diferentes usos del suelo, pero también donde, en parte acompañado por las políticas de vivienda, se han segregado los barrios, a veces con muros físicos y otras con muros invisibles y eso responde al modelo de urbanización prevaleciente en los últimos 40 o 50 años", explicó a Sputnik Nóvosti Elkin Velásquez, director de la oficina regional de ONU-Habitat para América Latina y el Caribe.
Actualmente la mayor parte de las ciudades latinoamericanas, con excepción de las cubanas, han desarrollado ese patrón de segregación socioespecial, añadió Velásquez.
La inseguridad genera un mercado lucrativo
La construcción de muros y barrios privados está ligada a la "obsesión generalizada que existe con la seguridad en la región", indicó por su parte el politólogo Marcelo Pérez, profesor adjunto en la Universidad de la República en Uruguay.
Se trata de un producto inmobiliario muy tentador para el mercado, sostuvo Pérez, quien precisó que además existe una industria de la inseguridad "en la que se incluyen alarmas, guardias y rejas, entre otros elementos, que genera mucho dinero".
Una realidad en Río, Buenos Aires, Lima o Punta del Este
La separación es una realidad en las grandes metrópolis de Perú, Argentina o Brasil, entre otros países.
Así, en Río de Janeiro se han levantado muros de hormigón para limitar el crecimiento de las favelas que se encuentran en las colinas de la ciudad, mientras que en Sao Paulo, el barrio rico de Morumbi linda con Paraisópolis, una especie de laberinto con cerca de 14.000 viviendas precarias.
En Buenos Aires una malla de acero separa La Recoleta, uno de los barrios más caros de la capital argentina, de la villa 31, un asentamiento lleno de casas de chapa y ladrillo donde se estiman que viven unas 40.000 personas.
En otras ciudades de la región en lugar de muros se construyen avenidas para separar estas zonas, como ocurre en Caracas, donde la autopista Francisco Fajardo divide el barrio pobre de Petare de una lujosa zona de la capital venezolana.
Lo mismo ocurre en uno de los destinos turísticos más famosos de América Latina, Punta del Este en Uruguay: allí las humildes viviendas del asentamiento Kennedy se sitúan al lado del exclusivo club de golf.
"No hay relación entre vecinos iguales. Si hay interacción se da a través de dos lógicas: captación de mano de obra no cualificada, pues trabajan dando servicios como empleadas domésticas, jardineros, o por lógicas de beneficencia, dándoles una dádiva o aquello que sobra", explicó Pérez a Sputnik Nóvosti.
Uso mixto del suelo
Para poder cambiar ese modelo, en opinión de Velásquez "se necesita voluntad política y mucha claridad sobre los impactos positivos de construir la ciudad de otra manera".
"Hay una tendencia a la especulación en la conversión de áreas rurales en áreas urbanas en las zonas periféricas de las ciudades (latinoamericanas). Los barrios tienen que ser mixtos en los usos del suelo, combinar actividades comerciales con las residenciales", indicó Velásquez.
En ese sentido, concluyó el experto de Onu Habitat, México y Chile están avanzando, al igual que Lima y Quito, ciudades que están trabajando por la recuperación de sus centros históricos, además de Medellín, que está llevando a cabo un urbanismo social tratando de mejorar las condiciones de los barrios no formales.