Lanzado en 2011, el experimento continúa la tradición de algunos otros aeropuertos europeos, como el de Dusseldorf (Alemania).
"Las abejas son tan pequeñas que, hasta en caso de contacto con el avión, a diferencia de las aves, no pueden causar daño", señalan los especialistas.
Las muestras de miel y de polen son sistemáticamente trasladadas al Instituto de Análisis de Productos Alimenticios. Hasta ahora, no ha sido detectado ningún tipo de efecto negativo de los vuelos en el medio ambiente.
Los productos de la apicultura local cumplen con las normas de alimentación a recién nacidos e, incluso, reciben premios. La única lástima es que los 100 kilos de miel al año no son suficientes para la venta, de modo que el producto es utilizado "con fines personales".