Según Ed Butler, reportero de la BBC, esto es considerado como un acto de limpieza y de iniciación sexual, apoyado e impulsado por las madres de la comunidad, con el consentimiento de los padres y familiares.
Esta tradición se incentiva por la superstición de que, en caso de no hacerlo, la familia o incluso el pueblo puede sufrir toda clase de desgracias. Las mujeres de la comunidad mayores de 50 años son las que promueven y conservan la tradición. Ellas organizan campamentos sexuales para las menores, en las que les enseñan a ser esposas y satisfacer a sus maridos. La prueba final de tales campamentos es el coito con la 'hiena'.
Es necesario, "para evitar infecciones en la familia y en el resto de la comunidad", explicó una de las mujeres a la BBC. Paradójicamente, el trabajador sexual, siguiendo las tradiciones, no debe usar preservativo, por lo que los riesgos de una infección sexual aumentan catastróficamente.
Actualmente, muchas organizaciones del país africano, además de la iglesia y el Gobierno, luchan para acabar con esta clase de prácticas. Condenar o prohibir esta tradición, que tiene raíces culturales, sería un error, "pero les vamos a dar la información que necesitan para cambiar esas prácticas", ha explicado May Shaba, del Ministerio de la Igualdad de Género, la Infancia, la Discapacidad y el Bienestar Social, al diario.
Sin embargo, las mujeres que alientan esta clase de rituales no parecen estar dispuestas a rendirse fácilmente.
"Si miras la sociedad de hoy, verás que las niñas no son responsables. Así que tenemos que instruir a nuestras pequeñas para que no se pierdan, para que (en el futuro) sean buenas esposas y tengan a sus maridos satisfechos, y así nada malo les pase a sus familias", ha explicado Chrissie, una mujer de la zona, al reportero.
Lastimosamente, Malaui es uno de los países más pobres del mundo, y problemas como el hambre y la desnutrición son más importantes para el Gobierno que las prácticas sexuales de algunas regiones. Sin embargo, ya se empieza a ver un cambio en las provincias cercanas a la capital —Lilongwe— y, poco a poco, los líderes tradicionales de diversas regiones, que en algunos casos tienen más poder que el Gobierno oficial, están empezando a cambiar su forma de pensar y a abogar por la eliminación de estas costumbres.
Tal vez este sea el primer paso para acabar con una epidemia de sida que azota al país africano desde hace casi 30 años.