Los niños son la esperanza del mundo.
— José Martí
Pocos hechos infaman tanto la razón humana y evidencian el sombrío abismo que en ocasiones separa a lo justo de lo legal como el drama de los 'niños presos', un drama que se inicia cuando la privación de la libertad lleva a una madre tras las rejas o cuando una reclusa da a luz. En ambos casos se trata de niños y niñas que legalmente debieran estar fuera de las prisiones pero por razones familiares se ven arrastrados a vivir el destino cambiado de sus progenitoras, niños y niñas que devienen en víctimas secundarias de un delito cualquiera que los arrastra a vivir relaciones afectivas diferentes a las comunes, las que dañan igualmente a la persona encarcelada.
Muchas y variadas razones habrá para dejar a un niño o a una niña junto a su madre presa, pero el microcosmos que constituye cualquier prisión jamás será el indicado para que crezca en él. Tratar de evitar la repentina alteración del vínculo afectivo madre-hijo(a) en apego al recurso del 'interés superior' del menor es laudable; lo es menos la socorrida decisión de hacerle tener por casa un penal. De poco sirve una legislación como la mexicana, que limita a seis años la edad en la que los niños y niñas pueden permanecer junto a su madre en prisión, si la experiencia en esos años decisivos en la conformación de la personalidad está marcada por el encierro y el estigma. De nada sirve, si el reconocimiento de la fragilidad a la que están expuestos los menores no se acompaña de medidas que la contrarresten, la más elemental de ellas que no se les restrinja su libertad, que gocen en la cárcel de condiciones lo más cercana posibles a las que vivirían extramuros.
Lea también: AI denuncia torturas y abusos sexuales a mujeres en cárceles de México
Las alternativas para ello son escasas; aun así existen las suficientes para evitar que la primera opción en ese drama carcelario sea dejar encerrado a un niño o a una niña con su madre presa. De inicio bastaría con evitar la reclusión de esta última —hasta donde lo permita la legislación penal vigente—, antes y durante el proceso en su contra. Como bien señalan muchos especialistas, con sobrado sentido común, el embarazo o la responsabilidad maternal son cauciones lo suficientemente fuertes ante la posibilidad de que una indiciada quiere evitar 'el largo brazo de la ley'. Pareja opción cabría usarse si al final del proceso resulta condenada.
Más aquí: Tres reos asesinados y 19 heridos en una prisión de México
Las investigaciones sobre el drama de los 'niños presos' son tan escasas como las alternativas que plantea el problema. Escasas y de limitado alcance, por lo que sus conclusiones no pueden tomarse como generalidades. De ahí que visibilizar este drama sea el primer paso para procurarles a esos niños y niñas un bienestar jurídico y social que hoy se antoja inalcanzable. Ignorarlo, ver su encierro como un evento circunstancial en la burocracia carcelaria, y accesorio a la condena de sus madres, es sembrar en el drama del presente una semilla perversa de la que tan solo germinarán desesperanzas futuras.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
Les invitamos a comentar la publicación en nuestra página de Facebook o nuestro canal de Twitter.