"Para entender la participación de las mujeres en los procesos de independencia de América Latina hay que situarse en contexto. Se dice que la independencia se inicia en el 1800. Formalmente sí, pero apenas es invadido el Imperio incaico, los sobrevivientes se refugian en Vilcabamba [en 1537]. Ahí empieza la resistencia. En ese momento las mujeres tuvieron un rol importantísimo. Ellas transmiten la lengua, la comida, las creencias religiosas", dijo a Sputnik la escritora peruana y profesora investigadora de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de San Martín de Porres, Sara Beatriz Guardia.
Hacia 1780 surge la figura de Micaela Bastidas, la esposa de Túpac Amaru II. "Podríamos decir que ella es la primera gran figura femenina que se hace visible. En las sociedades andinas había un reparto de tareas, lo masculino y lo femenino se complementaban. Hombres y mujeres compartían el poder. Esa participación de la mujer es la que permite a Túpac Amaru ir a buscar apoyo desde el Cusco hasta La Paz. Durante su ausencia, Bastidas se queda con la administración política de la región de Tungasuca. Allí imparte órdenes escritas, apresa, juzga, comanda. No es la esposa que acompaña al esposo desde nuestra visión tradicional, son dos combatientes. Él va con el ejército y ella queda al mando de la administración. Ese orden social se quiebra con el colonialismo", explicó Guardia, quien además es directora del Centro de Estudios La Mujer en la Historia de América Latina (CEHMAL), y de la Comisión del Bicentenario Mujer e Independencia en América Latina.
Para 1800, esa resistencia se transforma en una más política y organizada. Las mujeres pasan a conformar los ejércitos de los movimientos de independencia. "Aquí surgen las mujeres emblemáticas como la quiteña Manuela Sáenz, nombrada coronela de los ejércitos que luchan en la Batalla de Ayacucho en 1824, la última de la independencia. Juana Azurduy jugó un papel importantísimo. Ella también era coronela y tuvo participación militar. Estas son mujeres que van a caballo con las huestes libertadoras", declaró Guardia.
En 1822, San Martín instituyó la Orden del Sol a las coronelas y a las mujeres notables que participaron en la independencia. Simón Bolívar consideró insuficiente el grado de coronela para Manuela Sáenz, pues en varios parajes ella se enfrentó con su regimiento a las huestes realistas.
"El desafío de las mujeres en este momento es trascender el discurso reivindicativo que necesitamos o queremos, para pasar a actuar, a escribir, a participar", concluyó Guardia.