Este emplazamiento estratégico no se diferencia a simple vista de un aparcamiento o un depósito subterráneo; pero, en caso de ser necesario, aquí pueden acomodarse hasta 2.700 personas, que tendrían acceso a los elementos mínimos de supervivencia: agua, comida y cobijo.
Una vez abajo, tras cruzar las pesadas puertas de metal que protegen el lugar, nos hallamos en un recinto de piedra, grande, silencioso y frio. En él hay cientos de literas de madera que podrían ser utilizadas en turnos por los refugiados.
El búnker está también equipado con todo lo indispensable para una vida relativamente confortable. Entre otras cosas hay baños, lavabos y duchas.
Además, este búnker posee un generador eléctrico diésel, que puede proporcionar energía de manera autónoma por espacio de dos días.
Todo el complejo cuenta con potentes filtros de aire, que garantizan que la atmósfera esté libre de polvo e impurezas que podrían llegar desde fuera.
El búnker tiene sus propias reglas: el uso de móviles está prohibido, así como fumar, tomar bebidas alcohólicas e incluso hablar en voz alta. Por otro lado, los centros de comunicaciones trabajan sin interrupciones.
También está prohibida la tenencia de animales, así que las mascotas deberán quedarse en casa.
Actualmente, no se guardan reservas alimenticias en el interior, pero, en caso de necesidad, dispone de almacenes donde los productos pueden ser ubicados, catalogados y organizados.
En época de paz, el refugio puede ser usado como depósito, pero con una condición: si se produce una emergencia, debe ser desocupado en el transcurso de seis horas.