Pero en realidad, las memorias de casi todos los rusos se centran en el sacrificio hecho por sus antecesores. Hoy en día pocos veteranos permanecen vivos, pero son sus hijos y nietos los que ahora desfilan por las calles en el Día de la Victoria con fotos de sus familiares, en paralelo con el desfile militar, explica el artículo.
“Mientras que América tenía dos grandes océanos ‘protegiéndola’ prácticamente de cualquier ataque, Rusia fue asediada, bombardeada, invadida y re-invadida durante toda la guerra”, señala el periódico.
A pesar de todo esto, el Ejército Rojo se levantó, avanzó hasta Berlín y jugó el papel principal en la derrota de Hitler.
Aún hoy en día se desconoce la cifra exacta de los soviéticos —tanto militares como civiles— fallecidos en la guerra. La estimación reciente de la Defensa rusa afirma que la totalidad de las pérdidas del pueblo soviético alcanza los 26.6 millones de personas, entre ellos entre 8 y 12 millones de soldados, cifra incomparable con los 420.000 americanos que murieron durante la Segunda Guerra Mundial —ya una cantidad enorme, por su propia cuenta—.
La brutalidad de los combates, también, superó todo lo visto en Europa Occidental. Para la Alemania nazi, los territorios en el Este de Europa eran su presunto lebensraum —espacio vital—, que necesitaba ser “despoblado” para albergar a sus nuevos amos, recuerda The Independent.
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Ahora, 71 años después de la capitulación alemana, el Día de la Victoria sigue siendo para los rusos una celebración muy personal y sagrada, que va más allá de un simple —aunque grandioso— desfile militar, concluye Washington Post.