Los arqueólogos del INAH exploran por primera vez las entrañas de la Plaza de la Luna, la segunda mayor de Teotihuacán, la más grande ciudad prehispánica del altiplano central de México dominada por la gran Pirámide del Sol, descubierta en 1675 y explorada por primera vez en 1875.
En la llamada Estructura A de la segunda mayor construcción de la llamada ciudad "Donde los hombre se convertían en dioses", los arqueólogos ubicaron "conductos que marcan los rumbos del universo y una serie de horadaciones que contenían cantos de ríos", dice el reporte oficial.
Los investigadores han encontrado una estructura que, "desde una vista aérea, podría simular un paisaje lunar repleto de cráteres: fosas en cuyo interior se hallan estelas lisas de piedra verde", indica la revelación del INAH.
Los conductos "marcan al centro de este espacio los rumbos del universo y una serie de horadaciones que contenían cantos de río, un código simbólico que los antiguos teotihuacanos elaboraron en las primeras fases de la urbe, hace 1.900 años".
"Nos encontramos frente a un nuevo ombligo de la ciudad, frente a un nuevo centro cósmico", dijo la doctora Verónica Ortega Cabrera, directora del proyecto de investigación que busca indagar en el corazón de la Plaza de la Luna.
La ciudad de 20 km cuadrados que llegó a ser habitada en su esplendor del Siglo VII por unas 150.000 personas, es un sector de suma importancia dentro de la antigua metrópoli, en el que desemboca la Calzada de los Muertos, el gran eje del espacio sagrado de la gran ciudad antigua del Altiplano Central del país latinoamericano.
La nueva exploración
Las nuevas excavaciones en busca de los orígenes del espacio ritual de la Plaza de la Luna, muestran que debió ser muy distinto a lo que ahora ve el visitante, y se han enfocado en "un patio cerrado de 25 metros por lado y con 10 pequeños altares dentro de él".
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Con estudios del subsuelo que comenzaron en 2015, con base en el uso de radar de penetración terrestre, los arqueólogos han comenzado a reconocer una imagen muy distinta a la que hoy se observa: "la de una plaza delimitada por 13 basamentos y la Pirámide de la Luna, arquitectura que fue levantada en las fases finales de Teotihuacán" en los años 350 a 550 de nuestra era (d.C.).
La Plaza de la Luna "estaba llena de hoyos, canales, estelas, los edificios quedaban mucho más retirados, y la Pirámide de la Luna era de menores dimensiones".
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Los arqueólogos han identificado más de 400 oquedades usadas a lo largo de cinco siglos: "pequeños hoyos de 20 a 25 centímetros de diámetro y cuyas profundidades oscilan los 30 centímetros; éstos se hallan en toda la extensión de la plaza, aunque se concentran más en ciertas áreas; en muchos de ellos había piedras de río, traídas de otro lugar".
"Años atrás el arqueólogo Otto Schöndube dijo que la Estructura A tenía una planta que semejaba una cruz teotihuacana", que está asociada a un orden cosmológico, pero no había más elementos para entender esto.
"Cuando encontramos estas fosas y las estelas de piedra verde empezamos a generar la idea de que, efectivamente, fue un espacio con una carga simbólica que une la parte subterránea, el inframundo, con el plano celeste", dijo la directora del proyecto.
Las alturas y pesos de las estelas varían de 1,25 a 1,50 m, y de los 500 a los 800 kilos, es posible que la piedra con que fueron hechas provenga de la región de Puebla, unos 200 km a sur, al igual que otra decena de estelas halladas en Teotihuacán.
Las fosas dentro de las que están debieron ser excavadas desde las primeras etapas de la ciudad, alrededor del año 100 d.C., justo en el momento en el que se edificaba la Pirámide del Sol (cuyo estudio arrojó resultados más espectaculares hace dos años con el uso de un minirobot), y cuando se levantaba la primera etapa constructiva de la Pirámide de la Luna.
Este sistema de fosas debió perdurar al menos 500 años, porque hay evidencias (rellenos de material cerámico) de que, alternativamente, fueron abiertas y selladas.
El hallazgo "nos habla de la importancia de la piedra verde y de su vinculación con las deidades acuáticas, aquí se han encontrado las esculturas más grandes de la diosa de la fertilidad Chalchiuhtlicue, y es probable que el culto en este lugar estuviera íntimamente relacionado con ella", puntualiza en su presentación Verónica Ortega, subdirectora de la Zona Arqueológica.