"No podemos atribuirle a Estados Unidos una participación en este proceso de Brasil, de ninguna manera, sería atribuirle a los Estados Unidos un rol que no desempeñan aquí y sobre el cual no tienen responsabilidad", declaró la líder del Partido de los Trabajadores (PT) en una línea muy diferente a la de muchos de los miembros de su partido, que hablaron abiertamente de la implicación norteamericana en el "golpe".
No obstante, la presidenta no dudó en acusar a los medios de comunicación brasileños por seguir un mismo alineamiento político y lamentó la escasez en la pluralidad de opiniones entre las grandes televisiones y periódicos de Brasil, la mayoría con tendencias derechistas, para concluir que "nada debe impedir que tengamos medios de comunicación diversificados" y destacar el papel democratizador de las redes sociales.
"No me están acusando de un delito de corrupción porque no lo he cometido, no tengo cuentas bancarias en el extranjero, no tengo procesos contra mí por haberme aprovechado o haber sacado ventaja de cualquier aspecto del Gobierno, se trata de una discusión sobre cuentas públicas (…) no hay base para alejar a un presidente de la República de su condición de jefe del Ejecutivo", recordó Rousseff.
Rousseff relató cómo el fuerte apoyo popular hacia los Gobiernos del PT habría provocado un conflicto Ejecutivo-Legislativo similar al ocurrido en otros países de América Latina: "Los Gobiernos electos por la mayoría de los votos populares, que provocan inconformidad y el acceso a determinadas fuerzas políticas, están siendo víctimas de una acción de derrocamiento a través de mecanismos aparentemente democráticos".
Por último, la líder del PT advirtió que "la lucha apenas está empezando y esta lucha no se agota en este primer momento", toda una declaración de intenciones que anticipó que su batalla por mantener el mandato presidencial no se agotará una vez los 81 miembros del Senado decidan la semana próxima, casi con total seguridad, su suspensión temporal del cargo por espacio de 180 días.