Los recientes acercamientos de los aviones rusos al avión de reconocimiento y al buque de guerra estadounidenses en el Báltico transmiten un mensaje claro del presidente ruso, Vladímir Putin: "Mantengan sus aviones y buques a una distancia considerable de nosotros", escribe el expolítico en su página web oficial.
Los militares estadounidenses justifican el refuerzo de las tropas por "una gran cantidad de ejercicios sorpresa", organizados por Rusia cerca de la frontera, lo que es, a su juicio, "un comportamiento extremamente provocativo".
"Pero, ¿cómo puede ser que los ejercicios del Ejército ruso dentro de Rusia sean ‘provocativos' y el despliegue de tropas de EEUU en las fronteras de Rusia no lo sea?", se pregunta el expolítico.
El pretexto para el conflicto
La OTAN insiste en que sus aliados bálticos —Lituania, Letonia y Estonia— solicitaron oficialmente el apoyo de la Alianza ante una supuesta amenaza militar rusa, y EEUU, como su mayor contribuyente, decidió cuadruplicar su presupuesto europeo para prepararse.
Durante la Guerra Fría, los países del Báltico formaban parte de la URSS, y ningún presidente estadounidense pensaba en tener una guerra para independizarlos, explica el expolítico.
"¿Cuándo obtuvieron tanta importancia para EEUU estos países hasta el punto de que el país considera desatar una guerra con Rusia por ellos?", pregunta el comentarista.
Bajo la perspectiva de Vladímir Putin
Para explicar la postura de Rusia —y de su mandatario—, basta ponerse en la piel de Vladímir Putin y ver la situación a través de sus ojos, propone Buchanan.
En 1986, la URSS era una superpotencia mundial, un rival directo de EEUU, que ocupaba territorios entre Afganistán y el Ártico y entre el río europeo Elba y las fronteras marítimas de Alaska.
Diez años después, el Ejército Rojo se retira de Europa mientras su país materno se destroza en 15 partes independientes. El estado pierde un tercio de su territorio y la mitad de su población.
El mar Negro, anteriormente considerado "un lago interior soviético", ahora está dividido entre una Ucrania prooccidental, una Georgia hostil y por Bulgaria y Rumanía, dos países inmediatamente incorporados a la OTAN.
A día de hoy el mandatario ruso ve como EEUU busca introducir en la OTAN, la alianza persistentemente hostil hacia Rusia, a otras tres ex repúblicas soviéticas —Moldavia, Georgia y Ucrania—.
Las ‘revoluciones de colores', financiadas por el dinero estadounidense, socavaron toda la periferia de Rusia, buscando sacar del poder a cualquier gobierno amistoso hacia el país.
Al persuadir a Kiev de entrar en una unión económica liderada por Moscú, Putin vio el gobierno prorruso ucraniano derrumbado por un golpe de Estado apoyado por EEUU, ha añadido Buchanan.
Ponerse en el lugar del otro
"Rusia rechazó la mano de la amistad en favor de una ruta belicista", declaró el general Philip Breedlove, el comandante supremo de EEUU en Europa, citado por el columnista.
"Pero, ¿cómo se puede ver ‘una mano de amistad' en la marcha inexorable de la OTAN hacia el este?", escribe Buchanan.
Al ver México, Canadá, Cuba y la mayoría de Latinoamérica en una alianza militar dirigida contra el país y llenos de tropas rusas, ¿podría EEUU considerar el asunto como "una mano de amistad"? EEUU cosecha la comprensible ira y el rechazo del pueblo ruso tras aprovechar por completo la caída del imperio soviético.
Fue EEUU el que rechazó la mano de amistad de Rusia a favor de un "momento unipolar" y una "benevolente hegemonía mundial", escribe el analista.
"Si hay la segunda guerra fría, realmente, ¿fue Rusia que la desató?", concluye Buchanan.