Washington se acerca un poco más a La Habana. Pero no lo suficiente. El presidente de Estados Unidos ha confirmado a través de las redes sociales que visitará la capital cubana. Será en marzo. Concretamente los días 21 y 22. “El próximo mes viajaré a Cuba para avanzar en el progreso y los esfuerzos que pueden mejorar las vidas del pueblo cubano”. Así rezaba el ‘tuit’ del inquilino de la Casa Blanca. Y otro mensaje internauta daba alguna pista más: “Aún tenemos diferencias con el Gobierno cubano que afrontaré directamente. Estados Unidos siempre estará a favor de los derechos humanos por todo el mundo”.
Llevados por esa sensación de hipnotismo que sigue produciendo la figura de Obama en algunos sectores mediáticos occidentales, ciertos analistas afirman que la ansiada visita pone fin a “décadas de hostilidad y desconfianza”, suponiendo “la culminación” de la normalización de las relaciones bilaterales entre Cuba y Estados Unidos. Eso no es así. Ni mucho menos. Para culminar el proceso de regularización y recuperar la confianza perdida aún es preciso recorrer un largo trecho que debe incluir necesariamente el fin del embargo económico, financiero y comercial que pesa como una losa sobre la isla caribeña desde hace casi 60 años. Y esa decisión lamentablemente está en manos del Congreso, controlado en ambas cámaras por el opositor Partido Republicano, bastante reticente a dar ese paso trascendental. El bloqueo sigue muy activo y va a continuar perjudicando no sólo a los ciudadanos cubanos sino también a las empresas estadounidenses que quieren hacer negocios allí.
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La clase política norteamericana estará inmersa al menos hasta el verano que viene en la agotadora y apretada campaña electoral de la que saldrá el sucesor de Obama. En otras palabras, eso significa que se puede descartar con toda tranquilidad que este año los senadores y los miembros de la Cámara de Representantes vayan a ocuparse de derogar la media docena de normas que fundamentan el bloqueo unilateral impuesto a Cuba desde octubre de 1960. Eso incluye la tristemente famosa Ley Helms-Burton de 1996, llamada así en honor de los dos congresistas republicanos que la impulsaron. Por desgracia, el embargo andará vigente otro año, como mínimo.
Cuando supo que se iban a restablecer las relaciones plenas, Carter alabó a Obama por su “sabiduría” y “coraje político”. “Conozco a los hermanos Castro bastante bien y creo que esto no los va a beneficiar, beneficiará a la gente de Cuba. Es lo primero que veo", añadió entonces.
Obama, que viajará acompañado por su esposa Michelle, mantendrá un encuentro con el máximo mandatario cubano, Raúl Castro, además de “miembros de la sociedad civil, empresarios, cubanos de distintas formas de vida”, según un comunicado oficial difundido por la Casa Blanca.
La Presidencia de EEUU subrayó que con esta iniciativa se intenta avanzar en “los lazos comerciales y entre personas", pero no aclaró si el dirigente afroamericano se entrevistará con disidentes, por ejemplo con el grupo de Damas de Blanco, un movimiento cívico que reúne a esposas y familiares de presos. Esa es una posibilidad más que probable.
Pese a que el tema cubano está pasando de puntillas por la campaña electoral, los candidatos republicanos no perdieron la oportunidad de condenar la decisión de Obama. A todos les pareció irritante.
El senador por Florida Marco Rubio, quien precisamente es de origen cubano, dijo que Raúl Castro sigue siendo un represor y que normalizar los lazos con las autoridades de la isla le dará la opción de recibir miles de millones de dólares de nuevos recursos.
"El problema con el Gobierno cubano es que no solo es una dictadura comunista, es una dictadura comunista antiamericana”, enfatizó el conservador Rubio. “Quiero que cambie la relación [bilateral], pero tiene que ser recíproco”.
El pragmatismo de Castro y el voluntarismo de Obama se han dado cita. El primero quiere acabar con una anomalía histórica, fruto de la Guerra Fría, que ha congelado el desarrollo económico de la isla. El segundo, por su parte, pretende que Cuba se convierta en uno de los hitos en materia internacional de su legado presidencial.
Aunque no se aprecian cambios significativos dentro del sistema político cubano basado en la hegemonía del Partido Comunista, sí son visibles ciertas medidas aperturistas. Así, La Habana ha abierto docenas de puntos de acceso wi-fi por todo el país y ha suscrito acuerdos de ‘roaming’ entre el servicio estatal de telecomunicaciones y compañías telefónicas de EEUU como Verizon y Sprint. Cuba también ha autorizado relaciones bancarias directas con instituciones financieras estadounidenses y líneas de crédito para negocios privados cubanos.
Otra meta plausible de Castro, quien dijo que dejará el poder en 2018, radica en atraer más dinero procedente del exterior. En un reciente documento de trabajo sobre perspectivas y desafíos en 2016, el ‘think-tank’ español Real Instituto Elcano subrayaba que “la falta de profundidad de las reformas en Cuba, especialmente las económicas y políticas, afecta la llegada de inversiones extranjeras”.
Tanto Castro y Obama son, por supuesto, conscientes de las enormes posibilidades comerciales que se abren ante ellos. El presidente norteamericano, además, está soportando las presiones de su propio sector empresarial, ansioso de poder trabajar cuanto antes en el interesante mercado cubano.
Las aerolíneas estadounidenses están ya presentando los papeles necesarios para obtener una licencia para abrir vuelos comerciales regulares a Cuba tan pronto como en otoño, después de que se firmara un acuerdo bilateral en materia de transporte aéreo de pasajeros. Pero el acuerdo no es recíproco, es decir, que no beneficia a Cubana de Aviación pues corre el peligro de que los tribunales de Florida puedan confiscarles un avión para compensar así las sentencias millonarias todavía pendientes contra el Estado cubano que interpusieron propietarios exiliados que sufrieron expropiaciones y nacionalizaciones tras la Revolución de 1959.
Tema: Bloqueo económico contra Cuba
Las compañías de cruceros también ultiman la burocracia para poder incluir en sus ofertas uno de los lugares turísticos más deseados por los estadounidenses. Airbnb, la empresa con sede en San Francisco especializada en alquiler de viviendas a través de internet, ya tiene más de 1.000 habitaciones listas en la isla para potenciales clientes norteamericanos. Y todo ello aunque todavía los estadounidenses tienen oficialmente prohibido hacer turismo en Cuba. Aunque se han ido facilitando los trámites y ampliando las licencias, los interesados aún tienen que justificar el viaje alegando motivos educativos, religiosos o culturales, entre otros.
En resumen, el camino se presenta más largo y complejo de lo que parece.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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