El pontífice aprobó un milagro atribuido a la intercesión del adolescente, que ostentaba el título de beato, el penúltimo paso antes de su reconocimiento como santo de la Iglesia católica.
La aprobación fue presentada durante una audiencia de Jorge Mario Bergoglio con el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos del Vaticano, celebrada la víspera, reportó desde Roma la agencia oficial Notimex.
El adolescente asesinado nació en Sahuayo, en el central estado de Michoacán, el 28 de marzo de 1913, donde participó de las vanguardias locales de la Acción Católica de la Juventud Mexicana, y cuando estalló la Guerra Cristera en 1926 quiso unirse a las fuerzas de la resistencia, pero su madre no se lo permitió.
El anunció ha sido hecho de cara a la visita de cinco días que el papa de origen argentino realizará a partir del 12 de febrero de 2016. La visita estará centrada en los jóvenes, los migrantes y los indígenas, e incluirá Chiapas en el sur, Michoacán en el centro, y Chihuahua en la frontera norte.
Martirio de un adolescente
Luego de una negativa a su alistamiento en las fuerzas cristeras guiadas por el general Prudencio Mendoza, el joven logró finalmente ingresar en el grupo y convenció a su madre con una frase: "Nunca ha sido tan fácil ganarse el cielo como ahora".
El 6 de febrero de 1928, durante una batalla, el muchacho dio su caballo al general y así lo salvó, mientras el jovencito era hecho prisionero de las tropas gubernamentales que combatían a los cristeros.
Luego de cuatro días de cautiverio, los hombres del Ejército federal lo sacaron de la parroquia donde estaba preso, le cortaron las plantas de los pies y lo condujeron descalzo por las calles de Sahuayo hasta el Panteón Municipal, dice el relato de la beatificación.
La ejecución fue cruel: ante una tumba ya preparada fue ahorcado y acuchillado por sus verdugos. Uno de ellos, Rafael Gil Martínez, alias El Zamorano, lo bajó del árbol y lo remató con un tiro en la sien.
El niño de 14 años fue declarado beato junto con otros 11 mártires mexicanos el 20 de noviembre de 2005 durante una ceremonia en el Estadio de Guadalajara, presidida por el cardenal José Saraiva Martins, entonces prefecto para las Causas de los Santos del Vaticano.
La Guerra Cristera estalló después del triunfo de la Revolución Mexicana (1910-1917) entre el Gobierno del general Plutarco Elías Calles y las milicias de laicos y religiosos católicos que desde 1926 a 1929 se resistieron a la nueva legislación revolucionaria, que restringía la participación de la Iglesia católica en los bienes de la Nación.
La Constitución mexicana de 1917 negaba la personalidad jurídica a las iglesias, prohibía la participación del clero en política, privaba a las iglesias del derecho a poseer bienes raíces e impedía el culto público fuera de los templos.
Unas 250.000 personas murieron en aquel conflicto escenificado en el centro-oeste del país, entre civiles, efectivos de las fuerzas cristeras y del Ejército mexicano.