Hablaba de Chipre, no de Grecia, pero lo esencial, sea como fuere, es que ambos casos revelaron los instrumentos de la acumulación financiera y las relaciones de poder en la Unión Europea.
Por primera vez una fuerza con un claro programa antiausteridad llegaba al Gobierno de un Estado miembro con la voluntad expresa de desafiar lo que algunos autores han denominado 'consenso de Bruselas'.
Para entonces Grecia se había convertido ya en todo un símbolo de las consecuencias de las políticas de austeridad, que habían sumido al país en la mayor recesión de su historia desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Infografía: La deuda griega
Que Alemania liderase la defensa de estas mismas políticas hacía que este enfrentamiento adoptase también las formas de un conflicto entre el centro y la periferia, una suerte de combate entre David y Goliat.
Un ejecutivo para un pulso con la Unión Europea
El Ejecutivo de Tsipras confió el Ministerio de Finanzas al economista Yanis Varufakis, autor de "El minotauro global" —un popular análisis de la crisis financiera de 2008- y "Una modesta propuesta", un texto coescrito con el economista Stuart Holland (en una versión posterior se sumó el también economista James K. Galbraith) en el que planteaba un paquete de medidas económicas para superar la crisis de la eurozona.
Alejado de las formas del 'establishment' académico y político, Varufakis llegó a acusar a los acreedores de terrorismo.
Aunque Varufakis centró la atención de los medios de comunicación —en ocasiones por motivos que poco o nada tenían que ver con las negociaciones propiamente dichas-, el gabinete de Tsipras también contaba con otras figuras llamadas a crear polémica, como el ministro de Exteriores, Nikos Kotzias, o el ministro de Reconstrucción productiva, Medio ambiente y Energía, Panagiotis Lafazanis, ambos partidarios de intensificar las relaciones con los países emergentes, en particular los BRICS (Brasil, Rusia, La India, China y Sudáfrica).
Grecia no se oponía así únicamente a una política económica —lo cual no era poco-, sino a toda una manera de entender la política internacional.
El 8 de abril, en plena negociación entre Atenas y los acreedores, Tsipras viajaba hasta Moscú para reunirse con el presidente de Rusia, Vladímir Putin, en un viaje precedido por toda suerte de rumores y que Bruselas consideró una provocación.
Más aquí: Tsipras y Putin buscan impulsar las relaciones entre Atenas y Moscú
"Estoy en Rusia porque Europa ya no es el centro del mundo, hay nuevas fuerzas", declaró el primer ministro griego.
El referendo del 5 de julio
La mañana del 27 de junio, el primer ministro griego anunciaba la convocatoria de un referendo para decidir si Grecia aceptaba las condiciones del rescate propuesto por la 'troika', formada por la Comisión Europea, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Central Europeo (BCE).
La posibilidad de una salida del euro ('Grexit'), cuyas consecuencias para el conjunto de la eurozona —tanto económicas como políticas — nadie era capaz de prever, ya no parecía tan lejana ni imposible.
El 5 de julio Grecia acudía a las urnas en medio de unas condiciones excepcionales, tras haber impuesto un 'corralito' para evitar la fuga de capitales, y daba una respuesta clara al rescate.
Con una participación del 62 por ciento, un 61 por ciento dijo "no" ("oxí") a él, mientras que solo un 38,69 por ciento se pronunció a favor.
Tema: Referéndum en Grecia
La demanda de poner fin a la austeridad, que los griegos habían mostrado ya en las elecciones de enero, quedaba ahora refrendada mediante una consulta, la primera que realizaba el país desde el referendo de la república de 1974.
Pocas horas después, Varufakis anunciaba por sorpresa su dimisión, para facilitar las negociaciones con la Unión Europea.
El rescate que aplaza, pero no resuelve el problema
Si Tsipras llegó a Bruselas sobre una ola popular, la ola rompió allí: desprovisto de un 'plan B' detallado, el primer ministro griego fue sometido a enormes presiones —un 'waterboarding mental', según lo describió una fuente interna- y finalmente capituló.
Atenas aceptaba un crédito de 86 mil millones de euros a cambio de drásticas reformas en su sistema fiscal y de pensiones, un plan de ajuste presupuestario mucho más draconiano que cualquiera de los que los Gobiernos anteriores tuvo que aceptar, lo que no hizo sino incrementar la percepción entre los analistas de que con él Bruselas buscaba imponer un castigo ejemplar a Grecia.
El 14 de agosto, el Parlamento votaba a favor del rescate: mientras la decisión de Tsipras recibía el apoyo de sus rivales políticos directos —Nueva Democracia, To Potami y PASOK-, 40 diputados de su propio partido votaban en contra, marcando el primer paso hacia la escisión; Goliat había vencido a David.
El pasado 3 de diciembre, por ejemplo, más de 15.000 personas salieron a las calles de Atenas en una huelga general para protestar contra los recortes a las pensiones.
Las imágenes de protestas en la plaza Syntagma volvían a los medios.
Audio: Grecia juega a la democracia
Grecia seguirá siendo una pequeña economía y un gran dolor de cabeza.