"La actuación de Rusia en el escenario global ratifica el papel central de Moscú como actor fundamental del sistema internacional", señaló Caucino, profesor de historia y de política exterior argentina en la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales.
La relevancia de Rusia en la crisis de Siria es un ejemplo, destacó.
Caucino hizo mención a un informe publicado por el diario The New York Times el 17 de septiembre, en el que se destacaba que "Siria provee un vehículo ideal para ello y al mismo tiempo otorga a Moscú un rol significativo en Medio Oriente y promueve las ambiciones de largo plazo de Putin de reestablecer a Rusia como un actor en la escena mundial".
Putin detectó un "vacío" de poder en la forma con que el conflicto sirio fue abordado por Estados Unidos, que actuó de manera "titubeante e indecisa", incluso desde sectores importantes de la clase política y la prensa de Washington, consideró el experto.
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"Es en ese sentido como debe entenderse la participación activa de Rusia en Siria, cuyo despliegue en el plano militar se puso en práctica en septiembre", señaló.
El objetivo central de la estrategia rusa, según el argentino, es reafirmarse como un gran actor global en la zona más conflictiva del mundo, ante el repliegue de la administración estadounidense.
En la década siguiente, las relaciones tomaron otro cariz.
Las "desinteligencias entre Moscú y Washington y sus aliados fueron adquiriendo mayor envergadura en la última década, a partir de las llamadas ‘revoluciones de colores' (2003-2005 en repúblicas exsoviéticas), la guerra de Georgia (2008) y la crisis ucraniana (2014)", indicó Caucino.
Este último conflicto "aceleró y profundizó una tendencia de largo alcance de Moscú: la aceptación de que el centro del mundo había girado del Atlántico al Pacífico y la necesidad de reorientar sus prioridades estratégicas", observó Caucino.
Rusia y otras partes del mundo
Desde esta perspectiva puede analizarse el giro hacia Asia y la búsqueda de influencia en regiones más alejadas, como América Latina.
"Por primera vez en tres siglos, la dirigencia rusa colocó sus objetivos principales hacia el este y hacia el sur; si Pedro el Grande había decidido modernizar Rusia a fines del siglo XVII abriendo una ventana a Europa, Rusia ahora mira a China como nueva meta", destacó el escritor.
El desencanto de Moscú en su vínculo con Washington obedeció a la expansión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) sobre la zona de influencia exsoviética y a las "revoluciones de colores", que deterioraron la relación con Estados Unidos, lo que fomentó "una renovada vocación euroasiática", según Caucino.
Daesh
La aparición en los últimos dos años de nuevos factores de desestabilización como el grupo terrorista Daesh, que se autodenomina Estado Islámico y está proscrito en Rusia y otros países, "obligó a las partes a ensayar fórmulas de acercamiento", indicó Caucino.
Por eso Putin insistió en su discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas en septiembre que la relevancia del foro mundial pasaba por mantener la legalidad en el orden internacional, al tiempo que aclaraba que su país no tenía una política expansionista, "pero no tolera el uso del terror".
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El presidente ruso criticó además las "exportaciones de las llamadas revoluciones democráticas a escala global", señaló Caucino, recordando el destino fallido de los alzamientos de la llamada Primavera Árabe en Medio Oriente durante los últimos cinco años.