El festival Deadline (plazo límite) busca el apoyo del público en su objetivo por evitar que la institución renueve su contrato de patrocinio con el gigante energético, que expira en diciembre de 2016.
Aunque el certamen no cuenta con la autorización formal de Tate Modern, sus impulsores han instalado un pequeño centro de operaciones y coloquios en el entresuelo de la inmensa sala de Turbinas, justo encima de la instalación ´Lote baldío´ del artista mexicano Abraham Cruzvillegas.
"Con estos trabajos artísticos, actuaciones y coloquios enfocados en el petróleo, clima e imperio estamos haciendo lo que la Tate debería hacer pero no ofrece al público: facilitar un debate sobre una cultura más allá de los combustibles fósiles", explica a Sputnik Novósti Anna Galkina.
Galkina y sus colegas en Platform, un colectivo de artistas, activistas e investigadores, dirigen las actividades del Festival Deadline bajo la estrecha mirada de los gerentes y equipo de seguridad del museo.
Desde la inauguración del evento, el vienes 4, ambas partes mantienen un forcejeo de negociaciones para delimitar el espacio que pueden ocupar o el material que pueden exponer en la popular y reputada galería de arte contemporáneo internacional.
"Tate es una institución pública y clausurar eventos artísticos sería enormemente comprometedor para ellos. Estamos montando un programa público abierto a una audiencia amplia", declara Galkina a esta agencia.
Algunos visitantes se acercan hasta una colección de fotografías de zonas inundadas, que reposa sobre el suelo de la galería, y otros recogen de una mesa folletos informativos sobre el impacto del cambio climático.
La líder del Partido Verde británico, Natalie Benet, y la eurodiputada laborista, Julie Ward, participan este domingo en un coloquio sobre arte y política.
El programa abarca además visitas guiadas por la galería, representaciones teatrales y emisiones diarias de la cumbre climática de París.