El Grupo Rastar, especializado en juguetes, adquirió la semana pasada el 45,1% de las acciones del club catalán con la intención de llegar al 56% en diciembre y, en un año, alcanzar el 80 % tras una ampliación de capital.
Compañías chinas ya habían comprado recientemente el Atlético de Madrid también en España, el Slavia de Praga en la República Checa, el ADO Den Haag en Holanda o el Sochaux en Francia.
La adquisición del Sochaux francés revela la tendencia en el fútbol global ya que un equipo creado el siglo pasado por el constructor automovilístico Peugeot para el disfrute de sus trabajadores ha acabado en manos hongkonesas.
Un conjunto de razones económicas, deportivas y políticas explican el desembarco chino en el fútbol europeo.
Sólo el deporte rey se resiste al auge de China, que ocupará la cúspide económica global en una década y ya consiguió liderar el medallero en los Juegos Olímpicos de 2008.
Pero el fútbol es una fuente de frustraciones en el gigante asiático, con su selección acumulando fracasos y su competición nacional hundida en el descrédito por las peleas barriobajeras de sus jugadores, las apuestas ilegales y los sobornos generalizados.
El cuadro obligó a intervenir al presidente, Xi Jinping, un reconocido futbolero.
En marzo de 2014 presentó un programa de 50 puntos para su reforma, que incluía extender al fútbol la vigorosa campaña nacional contra la corrupción y millonarias inversiones en infraestructuras.
China construirá 20.000 campos e instalaciones hasta 2017 de los que deberían salir unos 100.000 nuevos jugadores que acaben con el drama nacional que supone la imposibilidad de encontrar a once que jueguen mínimamente bien en una población de 1.300 millones.
Simon Chadwick, director de Estrategia de Negocios Deportivos y Publicidad en la Universidad de Coventry, asegura que los clubes españoles son más baratos que los ingleses, por lo que China consigue un mejor producto a mejor precio.
"Pero no han venido a hacer dinero sino que están empujados por la política. China quiere organizar y ganar un Mundial de fútbol y para ello necesitan acumular conocimiento y experiencia para ser más competitivos en el campo. Así que hay un elemento de aprendizaje", señala a Sputnik Novosti.
Existen otros factores también de estrategia política. Por un lado, el empujón del Gobierno a las compañías chinas para que abandonen la comodidad del vasto mercado local y se expandan por el mundo. Y por el otro, el desarrollo de la cultura y el entretenimiento para una pujante clase media con gustos cada día más occidentales. Pekín pretende que el consumo interno suceda a las manufacturas baratas en el centro de su patrón económico.
La tendencia se explica tanto por la captura del gasto del consumidor como por la vanidad de los millonarios, explica Jeffrey Towson, profesor de inversiones en la Escuela de Gestión Guanghua de la Universidad de Pekín.
"Las compañías chinas se están moviendo con agresividad en el sector de la cultura y el ocio. Por ejemplo, Wanda está construyendo parques temáticos y estudios de cine. Y el fútbol es increíblemente popular en China", sostiene en declaraciones a esta agencia.
Wang Jianlin y Jack Ma, las dos mayores fortunas del país, encabezan las inversiones en fútbol y entretenimiento.
El primero, propietario del grupo inmobiliario Wanda, ha diversificado su portafolio con la mayor cadena de cines del mundo y recientemente adquirió el Atlético de Madrid. En 2000 se había desembarazado del equipo de Dalian (provincia de Liaoning) por la podredumbre moral de la competición nacional, pero regresó como patrocinador de ésta en 2011.
Jack Ma, fundador del gigante de comercio electrónico Alibaba, ha comprado recientemente por casi 200 millones de dólares la mitad del Guangzhou Evergrande, el equipo más poderoso en los últimos años en la competición local.
La imbricación de poder político y empresarial en China explica que los magnates se apresuren a cumplir los deseos de Pekín. Las inversiones en el fútbol dan visibilidad y contactos en un país donde los acuerdos se aceitan con el ubicuo guanxi: esa red de favores dados y debidos que vertebra la sociedad.
A las motivaciones políticas se añaden los réditos económicos.
"Tienen un gran mercado local para el fútbol así que pueden hacer promociones, campañas de publicidad cruzadas y compensar el gasto con contratos locales. Es una ventaja respecto a los inversores estadounidenses y de Oriente Medio porque su mercado futbolístico es muy pequeño", señala Towson.
La llegada de capital chino a clubes europeos difiere de anteriores adquisiciones por oligarcas rusos o jeques árabes, opina Chadwick.
"Su interés tiene un interés político claro y tangible vinculado al Estado, a las políticas del Gobierno y a sus aspiraciones de tener éxito en un juego global", afirma.
Los expertos sostienen que las adquisiciones de equipos europeos por empresas chinas no son una moda pasajera sino una tendencia a largo plazo.