En concreto, Rousseff anunció que tanto ella como su vicepresidente, Michel Temer, y los 31 ministros de su Gobierno —anteriormente eran 39-, se reducirán el salario un 10 por ciento, y el establecimiento de un límite para los gastos de teléfono, dietas y billetes de avión para los ministerios.
En la práctica esto significará que los ministros de Brasil no tendrán derecho a viajar en la primera clase de las aerolíneas del país y que solamente el titular de cada ministerio, por lo tanto ninguno de los asesores o secretarios, tendrá derecho a la utilización de vehículos oficiales del Gobierno, lo que se complementará con la eliminación de 3.000 cargos de asesores ministeriales.
La reforma de este viernes generará un ahorro de 200 millones de reales por año (unos 50 millones de dólares), algo que si bien no está considerado como significativo por los expertos, supone un importante gesto simbólico del Gobierno de Rousseff de cara a los 64.900 millones de reales (16.433 millones de dólares) que necesitará, entre recortes de gastos y aumento de la recaudación, para conseguir el objetivo del equivalente al 0,7 por ciento del PIB en superávit primario en sus cuentas de 2016.