El nuevo dirigente de la izquierda británica difiere con la política oficial de su organización, que se mantiene de momento en favor de la renovación del sistema de armamento atómico Trident de la flota de submarinos con base en Faslane, localidad escocesa en la cuenca del río Clyde.
La declaración de intenciones de Corbyn, efectuada en la última jornada del Congreso Laborista, puso en alerta a miembros de su equipo y sacó a relucir las profundas divisiones entre el líder y sectores más moderados de su organización.
El Partido Nacionalista de Escocia (SNP) sacó punta a la tormenta nuclear en el seno de una organización que sufrió una humillante derrota electoral en mayo, cuando el laborismo solo retuvo un escaño escocés de los 41 que tenía en Westminster.
"Después de días de caos y lucha interna, Jeremy Corbyn debe utilizar este viaje a Escocia para aclarar si él lidera al laborismo o el laborismo le dirige a él", se jactó el vice dirigente del SNP, Stewart Hosie.
La misma encuesta del instituto Survation, realizada el pasado enero, sugiere que el 30 por ciento del electorado nacionalista votaría por los laboristas si el partido cambia de rumbo y rechaza mantener el arsenal nuclear en Escocia.
Corbyn también relaciona parte del hundimiento en popularidad en Escocia a la posición del partido respecto a los Trident.
La fusión de laboristas y conservadores en la campaña del 'no' a la independencia de Escocia, durante el referéndum de 2014, es otra causa fundamental del desplome de ambos partidos en el norte de la frontera inglesa.
Antes de partir hacia Edimburgo, Corbyn prometió "recuperar la confianza" de los escoceses mostrándoles "claramente la diferencia que un gobierno laborista tendrá en sus vidas".