La agenda de Jorge Mario Bergoglio, que incluye un debut como primer papa que hable ante Congreso de EEUU, un discurso ante la ONU donde hablará de paz y refugiados; y una entrevista con Vladimir Putin, quien asume el Consejo de Seguridad en Nueva York, "entraña la intención de proyectarlo como Jefe del Estado Vaticano, antes que como líder religioso", opina el vaticanólogo de larga formación jesuita, como el pontífice.
Bergoglio ha evitado en Cuba planteamientos teológicos profundos enraizados en la fértil teología de la liberación latinoamericana: "sus homilías han sido dominadas por temas pastorales tradicionales, como el servicio, que bien podría haber recitado cualquier cura de pueblo", dice el autor de la obra crítica Topar con el Vaticano.
Hay una diferencia sustancial en la trastienda de una gira papal –explica el intelectual y exreligioso de 78 años-: "se trata del único líder que juega al mismo tiempo el rol de sumo pontífice católico vicario de Cristo y de supremo jefe de Estado de la Santa Sede romana".
Esta vez el argentino Francisco viaja con un acento en su poder terrenal: Bergoglio nunca fue un teólogo comprometido en los años de las dictaduras sudamericanas, prosigue el autor que ha recorrido América desde los años 50 del siglo XX, con la emblemática orden de la Compañía de Jesús.
"Él es tres meses mayor que yo; y siempre supimos, desde aquella nuestra época latinoamericana, quiénes eran de la teología de la liberación y quien no; en la Compañía era conocido como un conservador", enfatiza el autor.
Sin embargo, la ironía es que el silencio doctrinal católico sea además el de un Soldado de Dios como se llaman a sí mismos los cultos conspiradores religiosos de la orden fundada por San Ignacio de Loyola: "es una novedad absoluta, porque una de las convicciones entre los jesuitas era que nunca íbamos a tener un Papa".
Los jesuitas se conformaban con tener su propio "Papa Negro", el superior de la orden en Roma, llamado así en contraste con el alba papal, "pero Bergolio siempre guardó distancia de sus compañeros que trabajaban con sectores marginados y comprometidos socialmente".
Dedicado al trabajo sacerdotal, cuando dejó de ser jefe provincial de la Compañía de Jesús, "la curia de Roma lo comenzó a ver como un buen prospecto desde la época de Juan Pablo II".
Ahora, encumbrado como jefe de Estado, el religioso argentino ejerce su poder político y se hace escuchar incluso por Cristina Fernández de Kirchner, su nueva fan, quien –como una ironía-, "junto con su esposo Néstor, cometieron el desplante de negarse a cumplir ante Bergoglio la tradición de siglos del Tedemu en la Catedral de Buenos Aires, en el día de la independencia argentina", señala el sociólogo.
Francisco actúa "como un agente de poder: tanto la clase política como la Santa Sede se tratan entre sí como políticos; y si es preciso ir a misa, asisten como políticos no como católicos", así lo hicieron Raúl Castro y Cristina Fernández.
"Como Papa, ha hablado de generalidades religiosas en Cuba, sin el enfoque de raíz de la teología de la liberación latinoamericana, por eso no molesta en La Habana ni a las izquierdas, que tienen una tradición secular de distanciamiento de lo religioso", dice el sociólogo de la religión.
"Hay poco conocimiento del Vaticano como Estado y solo caemos en la cuenta del valor que tiene, cuando analizamos congregaciones como el Opus Dei y los Legionarios de Cristo, con una enorme fuerza de 300 años de dominación católica, de la mano de la monarquía española" señala el exjesuita de doctorado en Sociología por la Universidad de Nueva York, donde fundó su familia tras décadas de vida religiosa.
En EEUU al Papa le espera lo contrario: "allí los colonizadores no eran ni católicos ni anglicanos, sino comunidades herejes de los anglicanos, con una religiosidad muy distinta que permitió una iglesia doblemente independiente del Vaticano".
Francisco en cuanto jesuita es radicalmente distinto de Juan Pablo: "antes que religioso dogmático doctrinario se conduce como un pastor; por eso a los divorciados y a las mujeres que abortan les da palabras de consuelo, tolera a los homosexuales; pero no se mete con los guardianes de la doctrina que los condena desde Roma".
Y ante la ONU, el jefe de Estado Vaticano "está emplazado a responder como cualquier otro líder político a las acusaciones formales de pederastia clerical (…); y eso todavía no se ha manifestado desde la era Ratzinger".