La tensión actual entre España y Cataluña es resultado de un proceso histórico, afirma.
"La España moderna emergió a finales de la Guerra de Sucesión en 1714 como una monarquía borbónica centralizada", dice.
La arquitectura de este nuevo Estado "comportaba la eliminación de la autonomía política y cultural que Cataluña tenía desde la Edad Media".
"De este modo, Madrid necesitaba el poder económico de Cataluña para modernizar el país durante los siglos XIX y XX, y Cataluña necesitaba al Gobierno central para asegurar el mercado español y protegerse de la competición de las industrias del Norte de Europa", aclara.
Esta tensión, continúa, "produjo continuamente batallas entre los nacionalismos español y catalán, pero también creó un tenso 'pacto' entre estos dos centros".
Illas puntualiza que "aunque este conflicto nacionalista sigue actuando como subtexto, hoy un factor estructural secundario juega un papel determinante en la transformación del nacionalismo en secesionismo".
"Ese factor es la globalización", precisa: "tras la entrada en la Unión Europea y la globalización de los mercados, ni Madrid puede ofrecer proteccionismo ni Barcelona es el motor industrial de España".
Por este motivo, "ha ocurrido un proceso de distanciamiento: mientras los catalanes se han dado cuenta de que el Estado central es un obstáculo al acceso y la competición en los mercados globales, el Estado español ha reforzado sus políticas de centralización centrándose en el desarrollo de Madrid como centro financiero y ciudad global".
Por ello, añade, "no es sorprendente que los catalanes se hayan sentido más y más desencantados con el Estado y que ahora quieran decidir su futuro político".
Según explica Illas a esta agencia, "teniendo en cuenta este contexto internacional, el separatismo catalán contemporáneo debe ser interpretado no tanto como un movimiento nacionalista, sino como un intento de encontrar una distribución del poder estatal en la Península ibérica que se ajuste más a las actuales dinámicas económicas".
"Al mismo tiempo, muchos catalanes participan de la política secesionista en un esfuerzo por construir un Estado que sea más democrático y cercano a la gente", concluye.
Cataluña y la Unión Europea
Uno de los aspectos en que partidarios y detractores de la independencia más chocan es si el nuevo Estado sería reconocido de inmediato por la Unión Europea o no, o cómo y cuánto duraría el proceso de admisión de Cataluña en la UE.
Illas cree que si Cataluña se independiza, Bruselas tendrá que aceptar al país como nuevo Estado de la UE.
"Barcelona y Cataluña son una pieza importante del sistema europeo de industria, transporte, turismo e incluso cultura", por lo que "perder una ciudad como Barcelona dañaría claramente la percepción de sí mismos y el imaginario de la mayoría de europeos", dice.
Este profesor recuerda que "no hay ningún precedente de secesión en un país de la Unión Europea, y ninguna cláusula legal estipula cómo proceder si eso ocurre".
Pero "como en el caso de Escocia, es altamente improbable que la UE apruebe retirarle el pasaporte a siete millones de catalanes si deciden formar su propio Estado", agrega.
Illas destaca que las "oportunidades de los partidos favorables a la independencia son altas" y "aunque los catalanes partidarios de la independencia no son una mayoría abrumadora, sí que son más del 50 por ciento por ciento, entre el 55 y el 65 por ciento, dependiendo de las encuestas".
"La DUI (declaración unilateral de independencia) es definitivamente una opción" para el Parlamento catalán.
Con todo, señala que el presidente catalán, Artur Mas, ha subrayado en varias ocasiones que la declaración unilateral de independencia "se proclamará al término del proceso, cuando Cataluña haya terminado de construir las estructuras de Estado legales y administrativas y haya negociado con la UE el reconocimiento de su soberanía".
Un proceso de independencia sin precedentes
¿Por qué el caso catalán ha sido recibido con cierta ambigüedad por la comunidad internacional? Uno de los motivos por los que el proceso de Cataluña cuenta con escasos apoyos internacionales es la ausencia de precedentes.
"Hasta la fecha, pocos países han expresado su apoyo por una Cataluña independiente, creo que solo Dinamarca, Estonia y Lituania", dice.
Preguntado por el caso estadounidense, este académico contestó que "es cierto que los estadounidenses, dada la centralidad del concepto de libertad, tienden a respaldar el deseo de los catalanes para decidir su propio futuro".
Con todo, los apoyos internacionales al caso catalán "probablemente crecerán tan pronto como la posibilidad de construir su Estado se convierta en una realidad, especialmente porque, a menos que ocurra algo inesperado, el proceso catalán promete seguir siendo pacífico y estrictamente democrático".
"Quizá uno de los motivos por los que tantos Estados establecidos en la UE y en el mundo tienen dificultades para comprender y aceptar el separatismo catalán es porque representa un nuevo proceso de formación de un Estado", reflexiona.
El origen de la mayoría de los Estados modernos, explica, "ha sido bien el resultado de una guerra o la compensación en un proceso de descolonización o el desplome de un Gobierno, como ocurrió con el desmantelamiento de la Unión Soviética".
"Pero la creación de un nuevo Estado basado en la voluntad democrática de la ciudadanía tiene pocos precedentes", añade.
Por ese motivo, explica, "mucha gente y políticos continúan interpretando el secesionismo catalán a través de las viejas categorías de nacionalismo, chovinismo, etcétera".
"Es más exacto interpretarlo como un nuevo producto de la globalización, con efectos potencialmente positivos no solo para la democratización del poder estatal en la Península Ibérica, sino hacia la emergencia de un modelo pacífico de creación de Estados", precisa.