"Ante el incesante flujo de refugiados se ha decidido abrir un nuevo albergue", señaló Kovacs.
La nueva instalación en una superficie de 10,5 hectáreas tiene capacidad para acoger a 1.000 personas.
Todos los refugiados que llegan a Hungría temen que les tomen las huellas dactilares y es que no quieren quedarse en este país. Su objetivo es Alemania o Países Bajos.
Roszke está situado en el sur de Hungría, cerca de la frontera con Serbia. Allí antes vivían los gitanos, pero el último año se convirtió en un punto de paso para los refugiados procedentes de África y Oriente Medio.
Las autoridades húngaras oficialmente no dejan cruzar la frontera a los refugiados y los que entran ilegalmente en el país son detenidos y enviados a este campamento.
Según ha asegurado el primer ministro del país, Viktor Orban, solo el sábado llegaron al país otros 3.300 refugiados y advirtió que Hungría no va a dejar entrar "indefinidamente" a los inmigrantes y cerrará su frontera.