"No es una situación que pueda resolverse sólo con trabajo policial", ha explicado al Times el superintendente de policía de Nueva Orleans, Michael S. Harrison, a la vista de muchos de los asesinatos se producen en el interior de viviendas y coches y son protagonizados por gente que se conoce.
En 2015 los homicidios ha aumentado en un 76% en Milwaukee, un 60% en St. Louis, un 56% en Baltimore, un 44% en Washington y un 22% en Nueva Orleans, e incluso en Nueva York, que en 2014 presumía de una tasa en mínimos históricos, se ha producido un crecimiento del 9%.
Al hilo del debate el periodista Zack Beauchamp comentaba el pasado 27 de agosto que la tasa de crímenes en EEUU no es superior a la del resto de países desarrollados, mientras sugería que en EEUU es mucho más probable que el crimen sea letal, y así, en 2012, frente a una tasa de homicidios por millón de habitantes en países como Australia, Alemania, Canadá y Suiza del 1,4, 1,9, 5,1 y 7,7% respectivamente, Estados Unidos alcanzó el 29,7%.
Beauchamp citaba un estudio seminal, publicado en 1999, y cuya vigencia en 2015 parece todavía irrefutable, titulado Crime is not the problema (El crimen no es el problema), y en el que los autores, los profesores de la universidad de Berkeley Franklin Zimring y Gordon Hawkins, demostraron que "en la mayoría de los casos los homicidios tuvieron lugar a partir de discusiones entre conocidos".
Esto es, tal y como escriben Mitch Smith y Monica Davey en el New York Times, existen un fuerte repunte de casos en los que "los chicos de barrios pobres usan la violencia para resolver sus conflictos".
Unos conflictos, añaden, que al observador de una zona más favorecida le pueden resultar ínfimos, o absurdos, pero es que, según explica al periódico el jefe de policía de Milwaukee, Edward A. Flynn, "mantener la credibilidad y el estatus en esos barrios es una cuestión de vida o muerte".
Si bien algunos expertos, como Alfred Blumestein, criminólogo del Heinz College, sostienen que los policías, acusados en numerosas ocasiones de brutalidad, habrían optado por ablandar sus métodos, otros analistas, como Richard Rosenfeld, de la Universidad de Misuri-St.Louis, comparten con Zimring y Hawkins la idea de que en el origen de todo están los cientos de millones de armas en manos privadas en EEUU, con la consiguiente facilidad para que, dados los condicionantes adecuados, cualquier riña sea, siquiera potencialmente, el germen de un asesinato.
Y si bien la tendencia no parece haber alcanzado a ciudades como Los Angeles o Newark, también resulta evidente que en numerosos núcleos urbanos las estadísticas escalan lenta pero implacablemente en dirección a las de los años ochenta y noventa, sólo que ahora no hay crack ni heroína de por medio, y sí, constante, el altísimo número de pistolas.
Convencido de que el país tiene un problema derivado de su permisividad hacia las armas de fuego, Josh Earnest, portavoz de la Casa Blanca, comentó la pasada semana en conferencia de prensa que "aunque no existe una legislación que pueda acabar con toda la violencia que se registra en EEUU, existen medidas de sentido común que sólo puede aprobar Congreso, y que tendrían un impacto tangible". (Sputnik)